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Sin necesidad de añadir más drama a una historia de por sí dramática, ‘Manas’, la película de Marianna Brennand que acaba de recibir el Gda Director’s Award, busca visibilizar el abuso sexual al que están sometidas las mujeres de la selva amazónica de Brasil
De un tiempo a esta parte, los relatos cinematográficos que buscan alzar la voz de las mujeres a las que el sistema sigue silenciado, han comenzado a tener relevancia en los festivales de cine de clase A. Lo vemos en esta edición del Festival de Venecia donde Manas, de Marianna Brennand, acaba de alzarse con el GdA Director’s Award del Giornate degli Autori. El año pasado era Malqueridas, de Tana Gilbert, la que ganaba el premio de la Semana Internacional de la Crítica. Son películas que buscan sensibilizar con realidades conflictivas para las mujeres que las viven. Bien sea, como en el caso de Manas, escribiendo un relato de ficción inspirado en mujeres reales a las que les es muy difícil escapar del abuso sexual en distintos entornos; bien sea como en Malqueridas, en este caso desde lo documental, registrando la vida cotidiana y el sentir de mujeres en prisión a las que se les ha apartado de sus hijos.
En Manas la protagonista es una niña en el tránsito por su incipiente adolescencia. Sin guías que la salvaguarden en este recorrido hacia la madurez, pronto comenzará a experimentar lo que significa crecer en un sistema que instrumentaliza a las mujeres. Su madre ha pasado por lo mismo a lo que ella tendrá que enfrentarse. Luego será su hermana pequeña. Antes ha sido su hermana mayor, que un día se fue de casa y nunca más volvió. Más adelante, en el desenlace, cuando en un acto de rebelión la cineasta busque vengarlas como el único acto posible de emancipación y justicia poética, este árbol genealógico construido en torno al abuso, parece que por fin se cierra. La película enfrenta la tragedia del abuso sexual. Primero, en el núcleo familiar, luego derivado de su acercamiento a la prostitución como forma de conocer hombres con quien comenzar una nueva vida más digna.
En sí, Manas es un retrato social de las aldeas remotas de la selva brasileña donde viven familias con muy pocos recursos, en zonas próximas a la desembocadura del río Amazonas. Hasta allí se dirigió Brennand para investigar la situación de las mujeres conocidas como manas de las que rescata una historia común de violencia sexual constante. De esta forma, el cine se convierte en un vehículo para la transformación social. Un vehículo que, en este caso, sabe perfectamente por dónde circular para hacer esta historia creíble. Sin necesidad de añadir más dramatismo al relato del que contiene, el filme encuentra su fortaleza en el personaje de Marcielle. La debutante Jamilli Correa, que lo interpreta, sabe transmitir la dureza y hostilidad de su entorno en su mirada directa y su actitud repleta de verdad en cada gesto. Perfectamente Manas podía desembocar en el melodrama y su resolución inesperada invita a ello. Pero si no lo hace es porque no es necesario añadirle más elementos a este ejercicio de visibilización, denuncia y desafecto. La ornamentación y el romanticismo no entran en esta ecuación tan sencilla como precisa.