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Con Angelina Jolie y Nicole Kidman como protagonistas esta crónica 2 de Venecia 2024 pasa de la ficción más rupturista al compromiso social de corte intimista y realista
La crónica 2 de Venecia 2024 arranca con dos platos fuertes, ambas en Competición. Tanto Babygirl, de Halina Reijn, como Maria, de Pablo Larraín, tienen en común que cuentan con dos de las estrellas de Hollywood más cotizadas. En el caso de Babygirl el protagonismo lo lleva Nicole Kidman, y en el de Maria, Angelina Jolie. Con papeles que exigen mucho, es la constatación de que los roles femeninos han cambiado considerablemente en los últimos cinco años, después de que el movimiento Me Too empezara a alzar la voz de las mujeres. Existe un reclamo de contar historias con personajes que interpretan a mujeres fuertes y de mostrar en pantalla a actrices más allá de los cuarenta años. El éxito, no solo de Angelina Jolie o Nicole Kidman, sino de actrices como Isabelle Huppert, que ya ha pasado la barrera de los setenta, lo confirma. Ese muro, que hasta hace poco dejaba a las actrices que habían llegado a la mediana edad fuera del circuito cinematográfico ya no existe porque los reclamos sociales han cambiado y la percepción del cuerpo y la edad, también.
Empezando por Maria, de Pablo Larraín, esta puede ser la película que encumbre a Angelina Jolie. Acostumbrada a ser una de las actrices más ignoradas en la gala de los Oscars —salvo por su papel secundario en Inocencia interrumpida en el 2000— esta película puede ser su ocasión de ver reconocido su talento. Su interpretación de Maria Callas tiene un registro poco visto en una actriz que, hasta ahora, no había tenido la oportunidad de explorar la vulnerabilidad y la sabiduría que otorga la edad, como lo hace aquí. Es esta la última cinta de la trilogía sobre mujeres que comenzó Pablo Larraín con Jackie, en 2016. Con ella ya rompía con una forma de narrar lo biográfico que no hizo más que mejorar. No deja de sorprender cómo, película tras película, hasta llegar a Maria, su ideario se renueva. En ello, ha tenido mucho que ver la escritura de Steven Knight, desde Spencer, que supo entender muy bien lo que requería este tipo de proyectos que, más allá de dejar constancia de una vida, son homenajes a mujeres icónicas.
En el lado contrario, el papel de Nicole Kidman en Babygirl, de Halina Reijn, no es, ni mucho menos, el mejor de los que ha realizado hasta el momento. Aunque la turbulenta historia de deseo y sometimiento que despliega no deja de ser un reto en su carrera, su interpretación tiene guisos de otros papeles de la actriz como en Eyes Wide Shut o Todo por un sueño. Se reconocen sus técnicas, de las que se vale para lograr verosimilitud a la hora de abordar a una ejecutiva en los cincuenta que tiene un affaire, cargado de erotismo, con su becario. El tema de las mujeres mayores en relaciones con chicos jóvenes no es nuevo, ni tiene por qué serlo, aunque cuando empezaron a reclamarlo algunas cineastas fue bastante revolucionario. Sigue siéndolo, a decir verdad, y a juzgar por las reacciones. Sin embargo, aunque hay intención por parte de Reijn de no castigar a su personaje, al final su mirada tampoco se distancia tanto de la perspectiva de otros cineastas como Paul Verhoeven o Michael Haneke. Por otra parte, corre el riesgo de generar demasiada pornografía, para mi gusto personal, no tanto por lo que atañe a los cuerpos, como por los recursos de los que se vale la holandesa a la hora de apoyar la narración en elementos como la música.
Saliendo de la sección principal es interesante cómo en Venecia tienen cabida muchas películas de compromiso social. Es el caso de Soudan, Souviens-toi, de Hind Meddeb, en Giornate; o Pooja, Sir, de Deepak Raunivar, en Orizzonti. La primera de estas, Soudan, Souviens-toi es un trabajo colectivo que pone de relieve la experiencia de un grupo de jóvenes ante la situación política que, hace unos años, llevó a la Revolución Sudanesa. Este es un retrato generacional que lucha por la libertad con sus palabras, poemas y cánticos. Por eso, la palabra, sea cantada o pregonada, se torna imprescindible. Con una voz en off susurrante que envuelve la narración, estos jóvenes manifiestan su voluntad de no estar sometidos por el brazo implacable de la tiranía. De hecho, son los supervivientes de la masacre de junio de 2019 cuando el ejército atacó, en Jartún, a una manifestación pacifista matando a cientos de personas en pocas horas. Ellos protestaban por el golpe militar y su deseo de libertad se estampó contra el muro del totalitarismo. Motivada por estos incidentes, este ejercicio de realidad es un homenaje a los héroes de la revolución lleno de lirismo y apasionamiento. Repleta de humanismo es un pasaje que nos recuerda que lo verdaderamente importante no es si ganamos o perdemos, sino lo que hacemos, y el legado que dejamos a las generaciones futuras.
Por su parte y desde la ficción, aunque con una identidad muy realista, Pooja, Sir, del nepalí Deepak Rauniyar, denuncia el racismo y la opresión que afecta al grupo étnico de los madhesi. Una película ambientada en la actualidad que, adoptando el género policial, se inspira en las protestas raciales que tuvieron lugar en 2015 en el sur de Nepal. Cuando dos niños son secuestrados en una ciudad fronteriza entre Nepal y la India la inspectora Pooja es enviada a Katmandú para resolver el caso. No obstante, a su llegada la agitación política y las violentas protestas la desvían de su camino, por lo que acaba solicitando la ayuda de una policía local madhesi. Entre las dos mujeres surge una complicidad necesaria para resolver el caso, pero el costo personal acaba resultando demasiado grande. La mirada cruda de Rauniyar y la elección del elenco es en sí un mensaje que dejan constancia de la importancia de cómo la discriminación y las fronteras nacionales son asuntos de calado para las comunidades de todo el mundo.