Karim Aïnouz. Un cine carnal que busca las huellas identitarias 

Cineasta habitual en los principales festivales de cine europeos, Karim Aïnouz regresó este año a Cannes con ‘Motel Destino’. Con esta cinta son cinco las ocasiones que el Festival de Cannes ha estrenado una película del brasileño

La presencia del cineasta Karim Aïnouz (Fortaleza, Brasil, 1966) en la última edición de Cannes 2024 con Motel Destino no pasó inadvertida. Era la segunda vez consecutiva que el brasileño participaba en la sección oficial a competición del certamen y había cierta expectación por su nueva obra. Recordaremos que en 2023 estrenaba en Cannes Firebrand, su primera película en lengua inglesa, que contaba con un reparto estelar encabezado por Alicia Vikander y Jude Law. Pero tanto esta propuesta como la que acaba de presentar, Motel Destino, han frustrado las expectativas de buena parte de la industria. Especialmente, esta última película con la que el director de La vida invisible de Eurídice Gusmão, premio Un Certain Regard en Cannes (2019), volvía a sus orígenes. No obstante, no deja de ser interesante este retorno a Brasil, tras la salida del gobierno de Bolsonaro, en una filmografía apasionante si la conectamos con su propia autobiografía que materializa piezas claves indiscutibles, del siglo XXI, como El cielo de Suely (2006). Una película con la que se adelanta a lo que demandan los tiempos en el tratamiento de los personajes femeninos.

La brillante carrera de Karim Aïnouz en el cine podría decirse que arranca con su primer largometraje Madame Satã (2002). No obstante, ya había realizado varios cortometrajes anteriores y colaborado con cineastas como Todd Haynes, Tom Karlin o Steve McLean tras terminar sus estudios de cine en la Universidad de Nueva York. Con este debut, inspirado en João Francisco dos Santos, figura fundamental de la cultura brasileña de la primera mitad del siglo XX, se estrenaría en el Festival de Cannes. Unos años después sería el turno de su estreno en el Festival de Venecia con O Céu de Suely (El cielo de Suely), su segundo largometraje, que al igual que Madame Satã cuenta con un personaje central pletórico de energía. El triángulo de grandes festivales europeos lo cerraría en 2014 con Praia do Futuro, película rodada en parte en Berlín, ciudad en la que reside, con la que competiría por el Oso de Oro en la Berlinale.

De la pérdida al reencuentro

Examinando la filmografía de Karim Aïnouz se pueden observar dos etapas. En la primera se aprecia un fuerte interés por explorar la pérdida y los sentimientos que genera. Por tanto, en esta etapa incluimos sus primeros filmes hasta La vida invisible de Eurídice Gusmão. Luego, se podría señalar un segundo periodo que arranca con Nardies A. Estas obras, algunas de ellas documentales, se centran más en el encuentro. Integraríamos en este periodo el resto de las películas hasta la fecha. Son títulos como Nardjes A. o Marinheiro das Montanhas, en los que Aïnouz va al reencuentro de sus raíces argelinas paternas. Ambos largometrajes son producto de su primer viaje a Argelia. Un encuentro con su pasado para tratar de entender su vida.

El trayecto vital de Karim Aïnouz sobrevuela su filmografía encontrando en el cine una forma de enfrentarse a la pérdida y el reencuentro. Por ejemplo, en O Céu de Suely hay una clara inspiración en sus vivencias personales. Fue criado por mujeres en ausencia de una figura paterna. Como se aprecia en esta cinta, precursor de un universo femenino enraizado en lo real y no tanto en el estereotipo imaginado por la masculinidad, el director brasileño tiene una sensibilidad especial para llegar a lo más profundo de sus anhelos. Si bien, en su tercer largometraje, Viajo porque preciso, volto porque te amo, dirigido junto a Marcelo Gomes, el protagonista es José Renato. Un geólogo que se embarca en un viaje introspectivo en el que recorre la región semidesértica del sertón al nordeste brasileño. La cinta traza un paralelismo entre las tierras que atraviesa y la nostalgia generada por los recuerdos de su exmujer. En ella, nuevamente hay un sentimiento de pérdida que recubre todo.

Énfasis musical

Dos años después, en O Abismo Prateado (2011), con la que volvería a visitar Cannes, Aïnouz vuelve a centrarse en el abandono. La historia narra 24 horas en la vida de una mujer dentista tras la repentina desaparición de su pareja. En esta ocasión Karim Aïnouz se inspira en el tema Olhos nos olhos, de Chico Buarque, para escribir el relato. Las canciones son otra de las grandes inspiraciones del cineasta. De esta manera, la música se convierte en un gran apoyo para entender más en profundidad a los personajes. Tiene, por ejemplo, gran importancia en películas como Praia do Futuro, que cuenta con una crucial banda sonora que realza el metraje desde su apoteósico inicio en el que suena Ghost Rider de Suicide, hasta su luminoso final que cierra con los créditos a los que acompaña Heroes de David Bowie. Aïnouz no teme los excesos. De hecho, los acentúa, en ocasiones, con melodías que generan un tono dramático y se tornan esenciales en la narración.

En su cinta más melodramática, La vida invisible de Eurídice Gusmão, la música es un cálido velo que envuelve la historia para acercarnos a la pérdida desde otro ángulo. Una pérdida en la que aflora la añoranza por la separación forzada. Este relato, adaptación de la novela homónima de Martha Batalha, le sirve a Karim AÏnouz como homenaje. Tributo a todas esas vidas invisibles que, como la de su madre, su abuela, sus tías y muchas otras mujeres de su generación fueron subestimadas por su condición de mujeres en una cultura marcadamente patriarcal como la de la década de 1950 en la que se basa la historia.
 

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