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Lienzo sobre lienzo y plano sobre plano, ‘Zone’, de Christina Friedrich, es un portentoso trabajo de enorme fuerza visual que convoca al pasado formulando estados de conciencia
Lo primero que emerge con la cinematografía de Christina Friedrich es una cuestión esencial cuando nos enfrentamos al medio fílmico, ¿qué es una película? Sumergirse en su propuesta implica borrar fronteras entre distintas formas de expresión, enunciando lo que hoy configura una nueva narrativa cinematográfica que responde a las inquietudes de un presente disruptivo con la era analógica. Escritora, directora de cine y productora, para Friedrich el cine supone una forma de descubrimiento que busca enfrentar al pasado para aclarar un presente que, en sí, pasa desapercibido mientras nos dirigimos hacia un futuro incierto. Desde este enfoque, Zone atraviesa lo literario construyendo un poemario visual, de arrolladora pujanza, que dialoga con el siglo XX persiguiendo canalizar su energía para situar la incertidumbre del ahora. Adaptada de su novela Keller (2021), la cinta convoca a la memoria en una suerte de iconografía mitológica y apocalíptica que señala lugares iniciando itinerarios de autoexploración catártica.
Zone es un retrato colectivo y, al mismo tiempo, uno individual. Como retrato individual proyecta a un personaje femenino principal, de categórica mirada, al que enaltece en un grandioso plano en contrapicado que tiene el arrojo de una Mujer Maravilla que eclipsa la pantalla. Tras esta toma, la descubrimos avanzando como catalizadora de sucesos, siendo, en contraposición, sobre la que recae el peso de su condición femenina. Afrontando esta percepción de una identidad definida por lo corporal se abre al deseo y la idea de concepción escapando de todas las restricciones. Son limitaciones que se le imponen a su paso en este coming of age que deambula por estados emocionales que parecen surgir de la conciencia, una ideología anárquica y una voluntad de reconstruir la memoria para psicoanalizar los juegos de poder de toda relación humana. E, igualmente, los juegos de seducción que despiertan, además, a la embriagadora violencia a la que sucumbimos por nuestra condición de animales sociales.
Abarcando otra perspectiva, el filme es una panorámica colectiva que transita a través del tiempo rompiendo su estructura. Instantánea abstracta que fluye por el espacio fílmico con una fluidez extraordinaria, su gran fortaleza está en su capacidad de narrar partiendo de lo onírico que conecta con estados exaltados que provienen del recuerdo más allá de lo experimentado. Lo hace recreando una serie de escenas, de tal fuerza visual y sonora, que articulan entidades separadas de una plasticidad asombrosa. No obstante, en su conjunto, componen un lienzo que es un sugestivo panel repleto de iconografías, gestos y acciones de índole performática que buscan, asimismo, crear otro lienzo que se yuxtapone al anterior. Uno que mira a un pasado universal donde lo colectivo se aúna con lo particular. Entre estos dos ámbitos, Zone se convierte en una zona de guerra desde la que observar la fractura, la herida abierta, el fracaso y la imposibilidad. También es zona que designa una región a la que señala reconociendo las huellas arqueológicas que definen un territorio de inevitable orfandad. Comenzando por ahí, nos adentramos en los secretos de las entrañas que investiga este filme que indaga en las sombras para proyectar luz.