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Tendiendo puentes que atraviesan ventanas, ‘All We Imagine As Light’, la película de la india Payal Kapadia traza un conjunto coral femenino repleto de lirismo, conciencia y hermandad
El que haya viajado a Mumbai habrá quedado estupefacto por el evidente contraste urbanístico que se aprecia. Modernos rascacielos, que parecen desafiar lo posible, conviven con edificios en muy malas condiciones de habitabilidad que solo esperan el momento de ser derruidos para acabar de completar el proceso de despiadada gentrificación. En la gran metrópoli esto deja visible una enorme disparidad entre clases que visibiliza, también, los pocos recursos y acceso a una vida sostenible de los unos frente a los otros.
En el segundo largometraje de Payal Kapadia, All We Imagine As Light, que acaba de presentarse en Competición de Cannes 2024 alzándose con el Premio del Jurado, esto se evidencia sobremanera. Lo hace mostrando unas panorámicas, a pie de calle, de una belleza estimulante al captar el ritmo, el frenesí, el vacío y la soledad en esta inmensa ciudad dormitorio para los desclasados y los supervivientes. La luz, el encuadre y el movimiento de la cámara es algo poco visto en el cine en su forma de captar una emoción como dormida, vaga y melancólica. Algo que llega a advertirse como flotando por encima de la realidad dándole una cadencia que, por momentos, parece rememorar la visión retro-futurista de Wong Kar-wai en 2046 o de Bi Gan en Largo viaje hacia la noche. Son los sueños frustrados de aquellos que abandonaron sus pueblos para malvivir entre el ruido constante, la polución, el calor húmedo y la masificación.
Iniciando All We Imagine As Light y a modo de preludio introductorio que hace una radiografía social, una serie de travellings captan los mercados callejeros, los puestos ambulantes y el paisaje humano. Al mismo tiempo, se escuchan distintas voces en off que narran las experiencias vitales de personas anónimas. Esto da una sensación documental que conecta con el trabajo precedente de Kapadia, A Night of Knowing Nothing, en el que, desde una intimidad muy sugestiva, narraba las luchas estudiantiles por mejorar el sistema educativo mientras, como en esta película, encontraba en el amor una temática que se escapa a la comprensión occidental donde está intoxicado por el trueque, la ambición y la saturación de un mercado que engloba también a lo humano. Una temática que sirvió a Ritesh Batra en The Lunchbox para, al mismo tiempo, y como aquí, capturar las luces y sombras de esta Mumbai que promete un esplendor solo perceptible en los lazos comunitarios de estas mujeres que esperan solas el milagro de un renacer. No deja de ser significativo, en este sentido, que Kapadia haya elegido como elenco a una mujer viuda, otra separada y otra que, rebelándose contra el decoro, tiene encuentros amorosos con un joven musulmán a quien su familia hindú nunca aceptaría.
El componente afectivo, e incluso erótico, tiene una dimensión simbólica que queda reflejado claramente en un objeto que se convierte en fetiche, componiendo una alegoría aspiracional. Es una olla arrocera de color rojo metálico que le envía el marido ausente a uno de los personajes femeninos de esta película coral repleta de resiliencia y sororidad en el que los géneros se ensamblan unos a otros permitiendo avanzar en la narración. De lo documental, al drama social y romántico que deriva en el fantástico para reformular el relato configurando un abrazo fraternal. Por eso, tras la primera toma de contacto anónima el arco se cierra en torno a tres enfermeras que trabajan en un hospital que no aparenta tener todos los medios necesarios para satisfacer los cuidados que precisan los pacientes. Aún así, ellas se entregan con voluntad y paciencia a sus quehaceres tratando de aportar un poco de equilibrio y bienestar a otras mujeres. Sin embargo, a Kapadia solo le interesa registrar el trabajo para enfatizar el orgullo de la clase trabajadora como motor que sostiene la urbe, sedienta de mano obrera para alcanzar un cielo que, algún día, sustituirá a dios, como dice una de las protagonistas a la que están amenazando para que abandone su vivienda que va a ser demolida para la construcción de apartamentos de lujo.
Del trabajo y la rutina al amor, una vez más motivo de interés por el componente político que lleva intrínseco. En primer lugar, porque a través de él se busca la autoafirmación; y luego, la abolición, empezando por la abolición de castas y de prejuicios que tienen que ver, en muchos casos, con asuntos de calado religioso en un país donde sigue existiendo un conflicto muy grande entre hindúes y musulmanes. Por eso, esta caracterización del amor como algo, en cierto modo, ingenuo o, incluso, sagrado, es un componente intrínseco a la India que también puede estar influenciado por la exposición que la gente tiene a lo mágico, lo sagrado, lo prohibido y, por supuesto, el cine de Bollywood. Hay que reconocer que, entre los muchos aspectos que se pueden extraer de esta cinta repleta de sorpresas uno es que podríamos considerarla una reconstrucción de un Romeo y Julieta moderno que se abre paso entre imposiciones para dejar constancia de un deseo de autoconciencia y autoexpresión.
Otro aspecto muy destacable en All We Imagine As Light es la dinámica que se manifiesta entre los interiores y los exteriores, y cómo estos se comunican. Es un reflejo de que lo privado queda supeditado a lo público y de que la intimidad apenas es posible en una ciudad que no duerme. Asombrosa y magnética melodía nocturna que suena al piano de un club nocturno, tiende puentes que atraviesan ventanas, precisamente, para dibujar esa ruptura del dentro con el fuera. La fotografía que vislumbra la furia nocturna, a través del cristal de viviendas repletas de enseres que componen naturalezas muertas de un atractivo inusual por la composición y el color, tiene un efecto electrizante que avanza veloz hacia un tercer acto insospechable.
Cuando las tres mujeres abandonan Mumbai para irse a un pueblo costero el bullicio y el desorden deja paso a la revelación y la catarsis emocional. Y deja paso, asimismo, a lo diurno tras el noctambulismo, muy presente en la primera parte. Igualmente, del azul que todo lo inundaba, dando un aspecto frío, al rojo que recupera la pasión vital. Con este alegato mágico también se percibe una reivindicación de otras formas de expresión que conectan con lo extraordinario y postulan un volver a lo primitivo, lo natural, lo místico y ancestral. Un lugar de nadie y de todos, donde nos reconocemos y celebramos el hecho de estar vivos para poder resignificarnos desde la libertad de decidir sin cohortes materialistas. Y exentos del tributo que configura un mundo que se precipita hacia el colapso. All We Imagine As Light es un canto a la vida que nos hace mejores, una película llena de humanidad, afecto y empatía donde las mujeres son la esperanza del cambio por su capacidad de perseverar, resistir y amar.