- Festival de Cine de Kerala 2024: un alegato feminista - 30 diciembre, 2024
- Athina Rachel Tsangari, directora de ‘Harvest’: «Tal vez sea el fin de una era cada día» - 6 diciembre, 2024
- Matthias Glasner, director de ‘Dying’: «No me interesa hacer películas sino experiencias en vivo» - 1 diciembre, 2024
Repleta de elementos simbólicos que conectan con otras filmografías, Yorgos Zois en ‘Arcadia’ busca trazar su propio camino envuelto en sombras de plasticidad onírica
Nada es lo que parece en Arcadia. La película del griego Yorgos Zois ensambla distintos conceptos que surcan por una narración en la que la distorsión toma la dimensión del sueño. Como el título sugiere, hay una inclinación hacia la mitología clásica que deriva, precisamente, en el club Arcadia. Un lugar misterioso en el que la fantasía y el deseo tienen el propósito de conectar con dimensiones del subconsciente. Aunque en la Arcadia, para los clásicos, reinaba la felicidad en un ambiente idílico, aquí alcanzar la utopía exige tomar conciencia de una voluntad de conocimiento.
Existe en Arcadia un juego recubierto de cierta inmoralidad que conecta con el Post Tenebras Lux de Carlos Reygadas o La región salvaje de Amat Escalante. Sin embargo, más allá de lo evidente, la atmósfera de misterio y su locuacidad poética sigue el rastro, bien mirado, de otro griego, el consagrado Yorgos Lanthimos. El hecho de recurrir, como actriz protagonista, a la misma intérprete que dio vida a esos personajes femeninos tan carismáticos de los filmes de Lanthimos, no deja de ser una señal. Zois deambula, sonámbulo, por muchos territorios intentando trazar su propio camino. Y para ello, erige a Angeliki Papoulia como una mensajera que transita por el mundo de los vivos y los muertos. No obstante, en este itinerario que recorre hay más búsquedas que encuentros. Más mitologías que derivan en elementos simbólicos sin esclarecer, que descubrimientos que aclaren los difusos entramados de la psique humana, como pretende.
Es posible que entre los límites del mundo material y el espiritual los contornos sean borrosos. Siguiendo estas pautas, Arcadia tan pronto se extasía como se apaga. Y entre tanto claroscuro su intención de convertirse en una experiencia sensorial se contrae. Por otra parte, la historia de amor y de despedida, envuelta en un relato onírico, no acaba de encontrar el estímulo suficiente para cautivar al espectador. Se hace difícil conectar con la pareja que Papoulia forma junto a un corrosivo y decadente Vangelis Mourikis que no sabemos muy bien hacia dónde se dirige o cual es su penitencia. La muerte que lo persigue no parece ser suficientemente eminente como para claudicar al olvido.