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El modelaje, a partir de pliegues en vestidos largos de tejidos livianos, nos hace pensar en las diosas de la mitología griega clásica cuyas vestimentas drapeadas les proporcionaban un aura de divinidad

Inspirados en la Grecia clásica, como en su momento hiciera Fortuny y Madame Grès, los vestidos largos drapeados aterrizan con discreción, pero repletos de simbología. Como si convocaran a Perséfone, la diosa del inframundo, la doncella de las sombras, estos se envuelven en el cuerpo dándole una apariencia momificada que invita a recrear el mito. No es que sea algo inaudito en el campo de la moda, aunque evidencia un estado de ánimo que vuelve a reclamar un diseño de mirada clásica que sigue resultando vanguardista en su proceder escultórico. Hay que tener en cuenta que la precursora de esta tendencia, Germaine Émilie Krebs, antes de lanzar su firma, Madame Grès, fue escultora. Por eso, las cualidades de sus piezas artesanales, que apenas llevaban costuras, y que en muchas ocasiones estaban moldeadas sobre el propio cuerpo, tienen una relevancia que no se puede pasar por alto ya que en el prêt-à-porter de hoy es algo impensable.

Los vestidos drapeados que protagonizan esta temporada esculpen la silueta con fluidez evocando a la diseñadora francesa que sigue el legado de Fortuny que, a su vez, como muchos creadores de la época, estaba influenciado por las excavaciones arqueológicas en el palacio de Knossos, en Creta. Hoy, vuelve a ser una influencia el retorno a una belleza imperecedera que mira al pasado invocando a las diosas. Con tal motivo, estos vestidos esculpen la silueta con fluidez creando esculturas móviles como en su momento hiciera Madame Grès. De esta forma, las costuras se utilizan para crear pliegues que dan lugar a volúmenes y texturas. Además, las distintas técnicas de modelaje se sirven de nudos y enroscados para dar forma al vestido metamorfoseándolo. El resultado es una proyección arquetípica que, naturalizando el cuerpo, lo vuelve seductor. La imagen que se construye resalta por su elegancia y la fusión con el mundo natural que evoca.

CLAVE:
En tonalidades nude que recrean la apariencia de una segunda piel, los vestidos largos drapeados no solo son adecuados para ocasiones festivas, también se pueden llevar por el día adoptando un estilo grunge, casual e informal, con abrigos holgados y botas militares

Simulando una segunda piel, los vestidos largos drapeados, insinúan los pechos al igual que vemos en las esculturas griegas. Asimismo, el largo de falda roza el suelo o incluso arrastra en la parte trasera terminando en cola que confiere una silueta de sirena. Serpenteando el cuerpo, los tejidos de punto o mallas finas, como el chifón, son ideales para su confección. Realizados con fibras elásticas que permiten mayor flexibilidad y confort, aseguran el movimiento a pesar de componer figuras tubulares. Con este objetivo, el poliéster, una de las fibras más populares de la actualidad, se combina con el elastano. También la viscosa es una de las más utilizadas por sus cualidades similares a la seda que proporciona mayor caída y suavidad.

Actualmente hay mucho interés por mezclar fibras sintéticas y artificiales para abaratar costes, pero también para conseguir propiedades imposibles con las naturales, imitando, al mismo tiempo, su apariencia. De ahí que las sedas apenas se usen, dando paso a estas fibras, a las que recurren todas las marcas. Siguiendo estas máximas, entre los diseñadores más destacados que han confeccionado vestidos largos drapeados se encuentran firmas como Rokh, del sur coreano Rok Hwang o la del francés Antonin Tron, Atlein. Ambas reivindican la atemporalidad y la artesanía. Dos de los preceptos más demandados de la contemporaneidad más inmediata.

 
Vestidos largos drapeados | Moda | StyleFeelFree. SFF magazine

Imágenes de pasarelas Otoño/Invierno 2023-24 | Vestidos drapeados | StyleFeelFree. SFF magazine

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