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Con ‘Sick of Myself’ y su crítica social también se evidencia que los cineastas nórdicos están empeñados en hacer comedia poniendo en evidencia a la mujer
¿Qué tienen en común El triángulo de la tristeza, La peor persona del mundo y Sick of Myself? Todas ellas están dirigidas por hombres, son producciones nórdicas, recurren al humor y cuentan en su elenco con personajes femeninos despreciables que abusan de un poder creado artificialmente. En el caso de El triángulo de la tristeza la mujer filipina que se encargaba de la limpieza en un crucero acaba coronándose como la matriarca de los supervivientes del barco, después de que este es atacado por unos terroristas. Ello le permite abusar de su poder y vivir con todas las comodidades en una, aparentemente, isla desértica. Con La peor persona del mundo su protagonista no sabe lo que quiere, pero sus anhelos la llevan de un lugar a otro, destrozando por el camino a su pareja exitosa a la que en el fondo de su corazón envidia.
En cuanto a Sick of Myself, supeditada a estas anteriores porque carece del arrojo de ambas con una puesta en escena más comedida, vuelve a ser una mujer la que carga con el patrón más negativo. Es un personaje que mantiene una relación de pareja con un artista engreído que empieza a cosechar sus primeros éxitos. Este puede resultar tan aborrecible o más que ella, sin embargo, al estar en un segundo plano y ser el que ha logrado por sus medios tener un reconocimiento social, pasa más desapercibido. En cambio Signe, personaje interpretado por Kristine Kujath Throp —la actriz de Ninjababy— no repara en tretas para alcanzar una posición social que no le corresponde por méritos propios. Es más, no parece tener ningún mérito, si bien envidia el creciente éxito de su novio que ya no le presta ninguna atención.
Recurriendo al humor, a un humor negro con escenas muy estudiadas, es difícil advertir en todas estas cintas una ligera misoginia que advierte de un peligro inexistente. Todos ellos suponen que la mujer, en el mundo contemporáneo, puede ser una amenaza. Desde que el cine empezara a mirar a lo femenino —no solo a las directoras, sino a los personajes interpretados por actrices— hay cierto recelo de que las cotas de poder se equilibren impulsando, sin mérito, ese femenino que sigue siendo una fuerza amenazadora. Como ejemplo, solo hay que observar la polémica a raíz de que Jeanne Dielman… se haya colocado en el puesto número 1 de la lista de mejores películas de Sight & Sound. En este sentido, mirar la magnitud política de un filme en las decisiones argumentales y en las artísticas cuando logran sustentar y ratificar un argumento que es su praxis audiovisual, es sustancial.
No obstante, reconozco que esto solo puede, en muchos casos, realzar el sentido de cotemporaneidad de un filme. Y en algunos casos, ni eso. Pero llama la atención cómo estas decisiones, supuestamente tan triviales, son el punto en común de varias películas escandinavas que matizan de forma muy similar a la mujer con resultados muy distintos. Gloriosos, por cierto, en La peor persona del mundo ya que sus decisiones artísticas y las construcciones identitarias, a pesar de lo expuesto, son tan sugerentes como efusivas. En Sick of Myself, a pesar de todo, y sin ser especialmente original en ninguna de las disposiciones que ordenan y dan textura a la película, es efectiva porque describe una realidad en la que nos reconocemos. El entorno social digital donde interactuamos con los otros lleva ya tiempo demostrando que la exposición voluntaria a nuestros dramas vitales es efectiva ya que premiamos el narcisismo. Es sorprendente la respuesta que tienen algunos perfiles a medida que muestran, sin complejos, su vanidad, en muchos casos, a la par que su estulticia.
Hay, sin embargo aquí muchas referencias que solapan tanto la crítica social como el papel de la mujer en un entorno que empieza a visibilizarla sin tantos ademanes e imposturas. Es evidente que lo corporal es uno de los ejes que vertebran nuestra forma de relacionarnos y de mirarnos. Y también soporte en el que se están experimentando los mayores avances sociales. Caído el estereotipo, el molde que nos identifica como humanos sirve también para hacer sátira. Bien mirado, tanto Sick of Myself como El triángulo de la tristeza recurren mucho al cuerpo como ardid que sustenta la comedia. Con este sostén Kristoffer Borgli, referenciando continuamente su filme, también evoca a Los ojos sin rostro de Georges Franju. Pero lejos de esta película, la identidad carece de espejo. No importa el quién sino el objetivo de revestir a ese alguien que siempre alimentó el cine norteamericano. Todo vale. Porque así somos.