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Manifestando un sublime uso del subtexto visual a través de su rica simbología, Maryam Touzani nos habla, en El caftán azul, sobre el triunfo del amor sobre la muerte
Al igual que la palabra es la manera de verbalizar las ideas, el símbolo es la forma de visualizarlas. Así pues, si privásemos al mensaje que la obra quiere transmitir de expresarse a través del lenguaje audiovisual —la imagen— las películas estarían mudas, vacías. El cactus de El Hombre que disparó a Liberty Balance no sería una imagen representativa del amor, sino simplemente un cactus. En este sentido, El caftán azul manifiesta su tema principal a través de la propia prenda que da nombre a la obra. A través de este símbolo, la obra no tarda en presentar, sutil y elegantemente, su tema principal, así como el contexto que lo enmarca. Durante toda la película, una constante baja clave lumínica desvela espacios pequeños y sombríos que nos hablan de la situación económica de Mina y Halim.
Con una amplia y palpable experiencia como guionista, Maryam Touzani logra, en su segunda película como directora, retratar el arduo camino de espinas de este matrimonio. La obra habla de la vergüenza, de la redención, de la tradición frente a la modernidad. Pero, sobre todo, es una historia sobre crear lazos, lazos que trascienden más allá de la muerte. La secuencia inicial muestra a Halim cosiendo un caftán a partir de telas azules. Para la cultura islámica, el color azul está relacionado con la protección, con el cielo, con lo sempiterno. Asimismo, la obra termina asociando la creación de esta prenda con la relación que el matrimonio ha confeccionado durante tanto tiempo. Por motivos que no toca desvelar aquí, esta relación está a punto de quebrarse. A escasos diez minutos del inicio, volviendo de la compra, Mina deja caer una bolsa de naranjas al suelo.
Al igual que sucede en El Padrino, las naranjas juegan un papel simbólico, connotan un peligro cercano. En principio, presentar el conflicto principal tan súbitamente podría haber dificultado la progresión dramática. Sin embargo, debido a su sutileza, la obra no encuentra un problema en encontrar un contraste entre lo hostil y lo cotidiano. Y es que, a veces, nos olvidamos de que las películas, por mucho que diga Aristóteles, no son fórmulas cerradas. A través de la acción simbólica, Maryam teje un guion que renuncia a soltar sus verdades explícitamente, sino haciendo uso de un rico subtexto visual. El caftán azul es elegante en su codificación, pero tierna en sus interpretaciones. Definitivamente, estas últimas transmiten una plena concepción de la evolución que la trama brinda a los personajes a través de la adversidad.