D. Díaz

Fatih Akin, en ‘Oro puro’, narra el viaje del rapero Xatar entendiendo la importancia que tiene un estilo de vida relacionado con el crimen en la música urbana alemana

Oro puro | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Oro puro | StyleFeelFree. SFF magazine

Los conflictos bélicos que afectaron a distintas regiones de Oriente Medio durante la década de los ochenta tuvieron varias consecuencias sociopolíticas. Entre ellas, se dieron numerosas oleadas de movimientos migratorios desde estos países hacia una Europa impasible ante dicha situación. Los suburbios de ciudades como París o Bonn (Alemania) empezaron a convertirse en hervideros de refugiados. Este contexto es el marco sobre el que se trazan películas como L’Haine, por mencionar un ejemplo paradigmático. Precisamente, esta cinta parece ser una gran influencia para Oro puro. En su última película, Fatih Akin sigue retratando el folklore alemán con el que ha convivido toda su vida. No obstante, la peculiaridad que caracteriza a esta obra es la imposibilidad para encasillarla dentro de un género concreto.

A juzgar por sus secuencias iniciales, cualquiera diría que se trata de un drama bélico. Nada más lejos de la realidad. La obra, en esencia, es una biografía sobre Xatar, un rapero de renombre en la cultura urbana juvenil alemana. A través de un tono fresco y anecdótico, Fatih narra el periplo de un hombre que vino de la miseria para acabar comiéndose el mundo. A nivel estructural, el personaje protagonista tiene mucho que ver con esa evolución que experimenta el papel de Ray Liotta en Uno de Los Nuestros. Es decir, un tipo que, después de haber probado las mieles del olimpo, retorna a la casilla de salida, como si no hubiese logrado nada. Un último punto de giro añade cierta profundidad a esta idea, haciendo que, pese a que la noche parezca eterna, el sol vuelva a salir con fuerza.

Durante la mayor parte de la cinta, por muy dramática que sea la situación, Fatih hace uso de esa comedia que ya despliega en Goodbye, Berlin. De alguna forma, esto supone, a nivel comercial, un triunfo para Oro puro. De otra manera, quizás su público objetivo no hubiese sido otro que la juventud interesada en el lifestyle suburbano alemán. Aunque este aspecto abunde, gracias a su comedia y a la madurez intrínseca en ciertas reflexiones clave, la película se abre a un público intergeneracional. Al fin y al cabo, esta es una obra abordada desde el buen gusto, que pinta temas desagradables con una paleta colorida. Gracias a todo esto, Fatih Akin logra sobrevolar el mundo de la delincuencia sin mancharse las manos. Sin duda, pesa más su intención de entretener que su faceta reflexiva. No obstante, la segunda, aunque esté más escondida, también es palpable e inspiradora.
 

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