Leonora Carrington, la artista esotérica que dio alas al surrealismo 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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La exposición que recoge la obra de Leonora Carrington en la Sala Recoletos de Madrid, la primera retrospectiva en España, invita a un viaje por las fuerzas ocultas de la naturaleza

En el trabajo artístico de Leonora Carrington (Reino Unido, 1917 – México, 2011) las mujeres convocan y encauzan las poderosas fuerzas de la naturaleza. Emplazado en un siglo XX en el que ellas, las pocas que lograron entrar en los circuitos artísticos custodiadas por figuras masculinas, no podían articular una voz de fuerza categórica, su única alternativa era conectar con su poder y sabiduría ancestral. Aquella que recogió Robert Graves en La Diosa Blanca y que fue, según la propia Carrington, la mayor revelación de su vida. El libro asumía la teoría, repleta de numerosas fuentes, de que la sociedad actual tenía raíces matriarcales. Esto suponía que el dominio del hombre sobre la mujer fue impuesto contra natura y, según el escritor inglés, es la causa del desequilibrio mundial. Como manifiesta Graves, desde que los reinos matriarcales fueran saqueados por un sacerdocio cristiano y célibe, las artes y artesanías cambiarían su enfoque y dominio.

Por eso, atender ahora al trabajo de Leonora Carrington en la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre, en Madrid, es tener la ocasión de comprender la historiografía del arte desde los márgenes. Unos márgenes que el presente reclama porque, sin ellos, no es solo que la historia quede incompleta, sino que no habría forma de enfocar un contemporáneo permeable a los signos. Aquellos que vislumbran lo femenino como un caudal de energía que despierta la conciencia conectada al entorno que nos rodea y los ritos. Los misterios de la vida aquí y ahora resolviéndose a través de la expresión artística. El interés de Carrington por los rituales mágicos, la Astrología, el Tarot, la brujería y las culturas primigenias como la celta, se manifiesta en toda su producción. Un corpus a través del cual el mito es transmitido, de generación en generación, para que no se pierda el mensaje.

Leonora Carrington estaba muy preocupada por el lugar de la mujer en el mundo por lo que sintonizó con las corrientes feministas de la época. Pero era consciente de que ese lugar, impuesto socialmente, podía ser alterado por el poder interior femenino. Convencida de esto, utiliza la pintura como vehículo para relatar historias fabulosas en las que muchas veces ella es protagonista. Su inspiración más directa son los narradores de cuentos de hadas como los Hermanos Grimm, Lewis Carroll o Hans Christian Andersen, referentes que compartía con los surrealistas. Sobre esta base, que trasladó al lienzo, resignificó el estatus de la mujer. Ellas ahora eran heroínas de lo imposible que podían hacer realidad sus sueños y necesidades por medio de transformaciones alquímicas. Así fue su obra, conectada con lo mágico, que une el pasado con nuestro presente, lo tangible con lo invisible y la razón con lo maravilloso que trasciende una vida.