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Haciendo hincapié en la tragedia que emanan las relaciones fraternales, ‘Emily’ dibuja la desdichada vida de la familia Bronte, triunfando igualmente como drama y en su dimensión histórica
La imagen del poeta maldito se repite constantemente en la historia de la literatura más allá de raza, credo o nacionalidad. Como abanderado, Estados Unidos probablemente elegiría a Bukowski. Por parte de Francia, Arthur Rimbaud siempre es favorito. ¿Qué hay de Inglaterra, entonces? Bueno, la característica que comparten todos estos autores suele ser la incapacidad para integrarse en las convenciones sociales, así como una vida plagada de tragedias. En ese aspecto, la candidata perfecta para Reino Unido quizás sería Emily Bronte. En su primera película como directora, Frances O´Connor se sumerge en la tormentosa vida de la escritora británica, repleta de pasión y amores no correspondidos. Por encima de todo, destaca una progresión dramática marcada por las relaciones tan ambiguas entre los personajes principales. Porque, pese al amor tan profundo que pueda existir entre hermanos, no es extraño que surjan enfados y envidia entre ellos.
Precisamente, la progresión dramática es el elemento más interesante dentro de la película y en el que la dirección ocupa la mayor parte de su interés. Las capas de profundidad de las que constan las relaciones entre los hermanos Bronte desbordan un realismo desgarrador. Con un carácter advocado a los vicios de la época —el opio y el alcohol– Branwell es, de todos los hermanos, el más interesante. Su relación con Emily está, por un lado, rebosante de cariño y complicidad. Los dos padecen un tremendo tedio por lo establecido, las convenciones, el “qué dirán”… Por otro lado, un acontecimiento decisivo deja atrás este trato para sustituirlo por rencor, odio y un deseo de dañarse mutuamente. Charlotte, la mayor de los tres, también siente una animadversión por Emily, que es la piedra angular de la familia y de la obra en sí.
Al ser la que más vinculada está con un mundo de las ideas, su sensibilidad artística es superior al resto de sus hermanos. Como si fuese una ley inquebrantable, su capacidad para adaptarse a la vida social es inversamente proporcional a su talento. Este es el gran drama del poeta maldito. Sin embargo, este no es el tema con más peso de la obra. De todos los males que habitan su vida, es el mal de amores el que posee la mayor influencia sobre ella, acostumbrada a sentirlo todo tan intensamente. Esta debilidad es aprovechada por ciertos miembros de su familia, víctimas de la envidia que les produce el don de Emily. Lo que parecía que iba a ser un tercer acto plagado por la tragedia, deriva en un clímax conciliador. Parece ser que Emily es lo suficientemente madura para entender que los celos son inherentes a las relaciones fraternales.