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La nueva obra de Santiago Mitre, ‘Pequeña flor’, es una refrescante y original película que mezcla idiomas, géneros y sensaciones
“La historia que cuento es la de mi asesino” cuenta una voz en off en el inicio de Pequeña flor, la nueva propuesta del director Santiago Mitre. Esta coproducción basada en la novela de Iosi Havilio cuenta la historia de José, un desencantado argentino que vive junto a su mujer francesa y su hija en un pequeño pueblo del país galo. A pesar de las sorprendentes declaraciones que introduce el narrador, la historia aparenta una cotidianidad focalizada en un pobre infeliz que no sabe quién es ni dónde está. Todo salta por los aires cuando conoce a un irritante vecino que lo lleva a la locura. Sin ningún tipo de tapujos, José lo asesina. Esto podría ser un perfecto giro de guion para una película de suspense, pero esta historia va más allá. El vecino sigue vivo y cada día José irá a asesinarlo.
Sin saber cómo, José entra en una espiral al estilo de Atrapado en el tiempo. Pese a ello, lo que dota a esta película de un estilo propio es su alocado juego de géneros. La relación con su mujer mejora ostensiblemente como una comedia romántica, los asesinatos centran la trama con un aura misterioso, y la cabeza del argentino comienza a ser una bomba de relojería. El marco de la cinta se torna claramente confuso. No obstante, el agobio que produce el rostro de Daniel Hendler provoca una empatía que sitúa al espectador justo entre los sentimientos de este errático hombre y los alocados actos que suceden.
Santiago Mitre encuentra el punto fuerte de Pequeña flor al narrar disparatados sucesos de una forma realista, por lo que la sensación de extrañeza prevalece en la obra. Si hubiese hecho una distinción estética entre estos dos mundos el resultado sería mucho más ligero y predecible ya que la mezcla de géneros, idiomas y sucesos es el jugo que exprime el argentino al narrar de esta forma. Después de haber logrado implementar con éxito este código cinematográfico, arriesga al tratar de hacer una comparativa metalingüística entre los dibujos de José, los sucesos acontecidos y el propio guion. El resultado de esto podría ser mejorable, ya que quizá sea demasiado directa dicha comparación. No obstante, son más que elogiables este tipo de decisiones ya que arriesgar en estos elementos es lo que convierte a Pequeña flor en una original y ambiciosa película.