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Marie Kreutzer, en ‘La emperatriz rebelde’ , narra la historia de la incomprendida Sissi mientras la acerca a la actualidad gracias a la increíble actuación de Vicky Krieps
Viena, 1877, La reina Elisabeth de Austria, comúnmente conocida como Sissi, acaba de cumplir cuarenta años y sus médicos le recuerdan que esa es la esperanza de vida media en las mujeres. Sin embargo, ella fuma con una sonrisa trágica entre los dientes, advirtiendo que su intención no es morirse. Sin duda, este es uno de esos personajes históricos irreverentes que tan bien conjugan con el arte cinematográfico. Bien sabe de ello Marie Kreutzer, directora de La emperatriz rebelde, ya que, a pesar de saber que ya ha sido tratada la historia de esta mujer, decide aportar un nuevo enfoque, menos romántico y más actualizado acercando a Sissi al empoderamiento actual de la mujer y haciéndola partícipe y pionera de gran parte de la sociedad actual.
Esta obra cuenta con ciertas similitudes con Spencer de Pablo Larraín al representar a una mujer poderosa atrapada en los cánones sociales de la posición que ocupa. También a la Maria Antonietta de Sofía Coppola por el mismo motivo, pero añadiéndole el valor estético y anacrónico que comparten en la banda sonora. A pesar de retratar con elegancia y sobriedad la época que trata, la cinta además cuenta con un valor estético posmoderno al mezclar planos estáticos con movimientos de cámara tan irreverentes como el personaje que encuadra para mostrar el desorden emocional de la misma. Si uno es conocedor de la historia real de Sissi, sorprende la decisión de omitir algunos de los hechos más relevantes de su vida. Aun así, si se parte de la globalidad del relato hacia sus elementos más particulares se entiende esta decisión como clave para la temática de la obra.
Vicky Krieps, además de ser la productora, es la actriz protagonista de la cinta. Su empeño defendiendo un personaje tan complejo como Sissi resulta brillante. Kreutzer, consciente del hipnotismo que desprende Krieps, alarga muchas secuencias sosteniéndose únicamente en el rostro de la actriz luxemburguesa. Aunque esto podría ser entendido como una osadía innecesaria, resulta ser un lujo ya que consigue enfatizar aún más la incomprensión y el dolor que sufre la emperatriz. Aun así, el gran acierto de La emperatriz Rebelde es conseguir que una película de época trate temas de primorosa actualidad sin perder la esencia de su género. Además, la conexión que guarda Sissi con sucesos futuros a su vida como la Gran guerra, le aporta una dimensionalidad extra a la emperatriz cuya voz fue ignorada. Con este relato, por fin su mensaje puede llegar a ser imperecedero.