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Con exceso de liviandad, Anthony Fabian adapta ‘El viaje a París de la señora Harris’, la historia de una humilde limpiadora en su desesperado intento de obtener un vestido de Dior
Luchar por un sueño que nadie más ve salvo uno mismo. Miles de películas han centrado sus historias en protagonistas con esta visión. Este es el caso de El viaje a Paris de la señora Harris. En su tercera película, Anthony Fabian continúa con su exploración del melodrama con la historia de una señora de la limpieza que se encapricha de un vestido de Dior. Por ello, centra todos sus esfuerzos en reunir el dinero suficiente para comprarlo. Teóricamente un escenario así debería ser perfecto para realizar con astucia una crítica a las diferencias entre clases. Esto mismo ocurre en El gran Maurice, una obra de estreno reciente con la que curiosamente comparte bastantes similitudes narrativas. Sin embargo, la sensación que deja la obra que nos atañe es de tratar todos sus elementos con una ingenuidad y lentitud impropias de una historia de esta índole.
Leslie Manville, actriz protagonista de la cinta, es la encargada de conducirnos en las peripecias de esta señora. Es difícil contar más de dos planos en los que ella no esté en pantalla. Su personaje y actuación sostienen a la película de lo que podría haber sido un hundimiento trágico. No obstante, hay que recordar que esta historia proviene del libro de Paul Gallico y que ya había sido adaptado antes en un telefilme de 1992. Esto ha de mencionarse porque los elementos positivos que alberga este relato ya son plausibles en los anteriores, por lo que la duda de la necesidad de rehacer esta historia se cierne sobre ella. Es evidente que su mensaje no pretende aleccionar ni profundizar sobre ningún tema, pero el hecho de que la película se mantenga en una linealidad temática constante durante todo el metraje puede ser exasperante.
En el apartado técnico la película luce sus mejores virtudes. La fotografía con tonos pastel es un gran acompañante para todos los vestidos y lujos que rodean a la capital francesa. Además, la dirección de arte, como no podía ser de otra manera, potencia notablemente las posibilidades que le otorga una historia centrada en el mundo de la moda. Aun así, la sensación que evoca El viaje a París de la señora Harris es la de haber desperdiciado la oportunidad de contar una emotiva historia por ser una película demasiado ligera e impregnada de clichés innecesarios. Esto se debe, en cierta manera, a que alguno de los puntos de giro en los que se apoya el guion para transitar de un acto a otro suceden por elementos del azar. Por tanto, obliga al espectador a realizar demasiados saltos de fe para que el emotivismo del último acto consiga su efecto.