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George Miller vuelve a la pantalla con ‘Tres mil años esperándote’, su extravagante y teatral fábula en la que recrea una narración sobre la magia, la fantasía y los cuentos de hadas
Érase una vez una famosa doctora en literatura y narratología llamada Alithea Binnie que lleva años intentando controlar su desatada imaginación. Desde su adolescencia ha educado su mente erudita para escapar de las trampas de la fantasía. Y aunque lo ha conseguido, no siempre funciona. Aún así, está satisfecha con su vida tal y como es. Hasta su último viaje. Ocurre que al intentar limpiar un souvenir aparece un genio que le ofrece tres deseos. Abandonar por completo la racionalidad no es una opción, pero dejarse llevar por la irracionalidad sería quebrar años de trabajo. Y para recordárselo, el genio le ofrecerá tres deseos que le harán reflexionar sobre su actualidad. Aunque la narratóloga conoce cómo se resuelven siempre este tipo de cuentos, la historia de esta criatura le conmueve y le permite quedarse. Así, comienza Tres mil años esperándote, la nueva fábula fantástica de George Miller.
Esta vez el realizador se aleja del universo de Mad Max para regresar a una narrativa que se encuentra entre Las brujas de Eastwick y sus películas infantiles. Todo ello se ajusta a un estilo que recuerda al de Terry Gilliam cargado de teatralidad, tanto en guion como en diseño de producción. El metraje comienza con la doctora relatando el comienzo de todo este periplo y cómo llegó hasta el genio, utilizando la imagen para ilustrar lo peculiar que es esta mujer. Tras la presentación, se abren paso unos forzados efectos especiales para introducir al solitario y entristecido genio que suplica a su nueva ama su liberación. El resultado del extravagante conjunto lleva el filme hasta el mundo literario, dividiéndolo en pequeños capítulos que revelan la vida del djinn. A pesar de que vivan en planos diferentes, la soledad se ha apoderado de ambos con los años.
Tras estas historias, la estructura se vuelve un poco confusa e incluso, anticlimática, olvidándose del tipo de lenguaje al que nos habíamos acostumbrado al inicio. A pesar de que todo apuntaba a un final, la trama se retoma. De repente, nos olvidamos de la anterior forma de secuenciación para entrar en una narrativa más al uso. Como si fuera un epitafio volvemos al protagonismo de Alithea, dejando al djinn un poco de lado. La narración permanece, aunque ahora es la literata quien lleva la voz escribiendo la nueva y actual parte de la vida del genio. Con todo esto, resulta un poco artificial, para concluir con un mensaje sobre cómo la magia siempre ha coexistido entre nosotros.