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‘Suspiria’ es el cuento de brujas macabro de Dario Argento que habla sobre el terror y la negación a la muerte
Una de las mayores fuentes de pesadillas infantiles siempre han sido las historias de brujas, esos seres decrépitos y desalmados que habitan en los adentros de un bosque encantado. Sin embargo, no siempre se esconden ahí. Hay veces que esas brujas se camuflan con lo invisible y se refugian, por ejemplo, en una escuela de danza, como ocurre con Suspiria (1977) de Dario Argento. Se trata de la primera película de una trilogía llamada Las Tres Madres, que se centra sobre la figura de Mater Suspiriorum o Elena Markos, una sacerdotisa griega que huyó a Alemania. Para encubrir su pasado, fundó la prestigiosa escuela de danza a la que asisten centenares de jóvenes que sueñan con ser bailarinas. Entre ellas, se encuentra la recién llegada Susie, una estadounidense osada, que ya desde el inicio de su estancia amenaza el orden del centro.
Es la eterna historia de cómo una joven se convierte en el foco de celos de una anciana. Y lo cierto es que, para realizar la película, ya el propio Dario Argento admitió haber utilizado cuentos para conformar la estética de la obra. Una de sus mayores inspiraciones fueron las ilustraciones del cuento de Blancanieves y los siete enanitos, de dónde nacen esos vibrantes colores que tintan las tomas. Y es que, al recordar el relato pronto te das cuenta que ambas obras comparten el mismo conflicto. Sin embargo, la única diferencia para plasmar esa rivalidad femenina es la manera y las formas. A diferencia de la obra de los hermanos Grimm, la obra de Argento se aleja de los tópicos del terror. En este caso, ni la joven es virginal, inocente e indefensa, ni la anciana es una desalmada bruja que se deja llevar por la envidia.
Ciertamente, no se puede negar que una de las lecturas más superficiales es ese enfrentamiento entre mujeres. No obstante, los personajes que pertenecen al mundo de Suspiria son tan sólo peones en un tablero mucho más grande de lo que se espera. Y ya se ve desde el inicio, con la secuencia en la que la estadounidense está a punto de salir del aeropuerto. La puerta automática se abre y se cierra constantemente, al ritmo del inicio de la banda sonora de los Goblins. De esta forma, la música y el espacio son los verdaderos protagonistas y el punto de vista que retrata no es el de Susie, sino el de Elena. Cada elemento está pensado para transmitir que hay una presencia invisible y todopoderosa que está vigilando cada uno de nuestros pasos. Una presencia a la que todos tememos y que a nosotros también nos está esperando.