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Charlotte Colbert teje una historia de venganza en ‘She Will’ utilizando iconos y símbolos del feminismo para transmitir la superación de un trauma sexual

She Will | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película She Will | StyleFeelFree. SFF magazine

Antes estaba iluminada por los focos de un plató. Ahora, Verónica Ghent está bajo las luces de la sala de operaciones mientras le realizan una mastectomía. Y en cierto modo, sus recuerdos en el mundo del cine no parecen estar tan alejados a lo que experiencia en este momento. Nos adentramos en un mundo sobre la identidad, donde la piel se vuelve una máscara que cubre todas nuestras heridas y cicatrices. A la vez que el bisturí se atornilla en la piel de la actriz, aparecen escenas pasadas de ojos maquillados y tocadores. Al principio, She Will da la sensación de que va a desarrollar la historia sobre una gran diva que se tuvo que amurallar para protegerse. Así, el viaje a Escocia se pinta como la oportunidad perfecta para volver a ser vulnerable y dejarse ayudar por su enfermera, Desi. Con ella aparentemente tiene muchas coincidencias.

Sin embargo, el arranque que plantea Charlotte Colbert pronto da un giro algo forzado. Ya bien se conoce Escocia por los juicios contra las brujas en el pasado. De hecho, fueron muchas las inocentes que acabaron en las ordalías. Y desgraciadamente, este tipo de juicios a brujas están lejos de haber acabado. Las mujeres seguimos estando indefensas frente al estrado. Y todo está bien pensado y planteado. Pero en She Will la magia surge como algo decorativo. Ocurre de improviso, nada más llegar al retiro espiritual donde van a residir la actriz y la enfermera. Allí, Verónica comienza a tener visiones sobre el pasado. Mujeres sin rostro la encaminan hacia sus recuerdos que lentamente se van resolviendo en una historia de venganza contra el patriarcado. Sin embargo, la realidad es que la historia no necesitaba de magia para conseguir transmitir ese mensaje.

Verónica se presenta con carácter y poder, reconocida por todo el mundo gracias a una película que hizo en su adolescencia. Nos engancha el monólogo y queremos saber qué ha roto su identidad y de qué se protege. La estética y fotografía nos guían hacia ese subconsciente roto que representa los laberintos y espirales del pasado de la actriz simulando la experiencia traumática. No obstante, poco a poco los recursos se van diluyendo a la vez que se va introduciendo el componente fantástico en el filme. Lo que ocurre es que, al partir de una protagonista cuya fama ya queda lejana, la parte fantástica resulta totalmente inalcanzable. La brujería se introduce como algo superficial eliminando toda la parte espiritual e introspectiva hasta reducirla, de nuevo, a un cliché feminista. Y a pesar de ser inintencionado, hace de la superación de un trauma algo inalcanzable e, incluso, irreal.
 

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