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Con una sororidad que se teje bajo la mira del sistema, Lingui. Lazos sagrados retrata la sociedad chadiana a través de la historia de una madre soltera que sacrificará todo para proporcionarle a su hija una vida mejor que la suya
En Chad, la palabra Lingui se utiliza para denominar el vínculo que une a las personas. Es la ayuda, el apoyo, la solidaridad y la comprensión. Es una conexión inquebrantable que perdura entre la gente, sobre todo en los momentos más desoladores. Así, la palabra da título al largometraje de Mahamat-Saleh Haroun, una historia sobre mujeres, sobre una sororidad silenciosa. Amina, es una madre soltera que vive con su hija adolescente, María, a las afueras de la capital de Chad. La vida de ambas es difícil. Viven con el prejuicio de una sociedad puramente patriarcal, islamista y con cultura ancestral que rechaza a las mujeres solteras e independientes. Ya estando en el punto de mira para la sociedad, su situación empeora cuando Amina se entera que su hija se ha quedado embarazada. María quiere abortar en una sociedad donde esa práctica se condena a nivel legislativo y social.
Las protagonistas son mujeres marginadas, aisladas y abandonadas. Escupidas de la sociedad constantemente, el retrato de la sociedad chadiana y la opresión que reciben las mujeres marca el inicio. Desde las figuras institucionales como la directora del colegio de María o el imán, hasta el vecino de ambas protagonistas, Brahim, las tratan con desprecio y superioridad. Mientras tanto, madre e hija conviven en silencio, tratando de pasar desapercibidas, cargando con sus problemas desde la oscuridad. Están bajo presión y el punto de vista se construye consecuente a lo que están viviendo. Así, las elipsis, las miradas y las acciones pasan a ser protagonistas del metraje, revelando las historias que ambas mujeres han vivido.
La comprensión es el pilar fundamental de la película y lo que reclama Mahamat-Saleh Haroun es nada más y nada menos que empatía. El vínculo materno filial se muestra a través de la cotidianeidad de las acciones, del trabajo, de la convivencia en casa. La fotografía de Mathieu Giombini capta cada detalle que descubre la historia que les precede. El sudor en la frente de Amina mientras fabrica estufas para vender. La espalda de María introduciéndose en un lago hasta perderse. Las manos de Brahim al acechar el cuerpo de Amina, mientras le sugiere sutilmente matrimonio. Cada detalle crea una dimensión nueva sobre el metraje que se va completando con diálogos que dejan ver lo que han pasado hasta llegar a esa situación.
Aún a pesar de las dificultades, aún a pesar de tener todo contra ellas, las mujeres se sobreponen. Ellas también son un retrato de esa sociedad chadiana y muestran una lucha, que aún pasando invisible y desapercibida, todavía existe. La ablación, el prejuicio, la represión, la dependencia, el matrimonio, el aborto,… Todo son yugos. Hablan sin pronunciar. Se ayudan casi sólo con la mirada y crean entre ellas una sociedad que fluye paralelamente a la sistemática. Son problemas que sólo ellas entienden, que sólo ellas viven y sólo ellas son capaces de apiadarse. Y Lingui. Lazos sagrados consigue captar ese vínculo femenino de una manera táctil y veraz con un mensaje de fuerza y solidaridad a todas aquellas mujeres que se han visto desprotegidas.