J.Q.L

Jean-Gabriel Piérot en ‘Regreso a Reims’ crea un relato inspirador en el que las vivencias de una familia rota por el sistema salen a relucir en una recopilación de imágenes de archivo profundamente revolucionarias

Regreso a Reims | StyleFeelFree
Imagen de la película Regreso a Reims | StyleFeelFree

Regreso a Reims, tal y como su nombre indica, es el retorno a lo más elemental de la sociedad moderna, la clase obrera. Una vuelta a casa donde lejos de ser recibido por vítores, ante los logros alcanzados, se encuentran los mismos rostros desgarrados por el cansancio. La ciencia ha avanzado, las empresas se han hecho más ricas, los trabajadores se mantienen igual de explotados. Toda esta realidad cobra vida en la obra de Jean-Gabriel Périot. Y para ello recurre a la voz de Adèle Haenel y el texto de Didier Eribon. La historia nace en los recuerdos de infancia de su personaje principal para, progresivamente, transformarse en un relato en el que la sociedad obrera se vuelve la auténtica protagonista.

La forma de Regreso a Reims es igual de imprescindible que su contenido. Jean-Gabriel Périot escoge narrar toda la cinta mediante imágenes de archivo, grabaciones de trabajadores en sus jornadas en las fábricas, entrevistas para cadenas regionales y, en ciertos casos, fragmentos de películas de la época. Esta elección reside en la particular visión de su director. Para él estos recursos ya grabados son unidades de expresión al mismo nivel que las propias letras que componen una palabra. Así, la cinta de Périot emplea estos fragmentos de abecedario como pedazos de realidad para construir una obra en la que las imágenes no están subordinadas al texto. Ambos componen una historia en la que forma y contenido se vuelven inseparables.

La diferencia entre clases parece ser un concepto que en el presente tiende a difuminarse. Al echar la mirada atrás se incita a comparar la actualidad con épocas como la Edad Media. Si se compara la relación entre reyes y esclavos con cualquier otra, todo parece haber mejorado. Dicha tendencia, sumada a la aparente felicidad basada en la constante sobreestimulación que supone el festín del entretenimiento, hace que nos cueste ver la realidad. Por ello, Regreso a Reims supone un visionado tan relevante. Muestra cómo ya en 1950, con el estallido de la revolución industrial, se hablaba, como hoy, de las mismas mejorías para los trabajadores. Sin embargo, al igual que ahora, el supuesto avance solo sirve de disfraz para un beneficio alimentado a partir de cuerpos rotos.
 

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