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Cruzando cada recoveco de la biografía y obra de Steve McCurry, Denis Delestrac en ‘McCurry: la búsqueda del color’ expone la vida que esconde una de las fotografías más relevantes de la actualidad
McCurry: la búsqueda del color persigue ampliar la imagen de McCurry. El fotógrafo es más que la celebérrima foto de la niña afgana de ojos verdes. Por ello, Denis Delestrac desmiga su vida y obra en un documental de carácter personal. A través de una entrevista continua alternada con metraje propio de la cinta Steve McCurry desnuda su intimidad. Un hombre solitario repleto de secretos se abre en un ejercicio de honestidad en el que revela hasta la dureza de un pasado difícil de pronunciar. De esta forma, la cámara llega a acompañarle incluso a su santuario, un piso escondido cuya única llave atesora el propio fotógrafo. Un habitáculo en el que esconde el trabajo de toda su existencia. Fotos sin revelar y cartas desprovistas de destinatario se combinan en un recóndito enigma cuyas puertas se abren por primera vez en mucho tiempo.
El título del documental y la instantánea de la niña afgana de ojos verdes señalan a un mismo punto. El color es un elemento indispensable de su fotografía. Sin embargo, en su arte posee una intención distinta. Este elemento no se reduce a una herramienta de contraste y estética, llega mucho más lejos. Mediante sus innumerables viajes a regiones remotas como la India llena su imaginario de instantáneas atrapadas al vuelo en plena calle. Retratos de un carácter espontáneo atestados de un pigmento mágico crean criaturas fantásticas nunca explicadas por Occidente. Así, la tradición y dolor de toda una cultura se revelan contra el espectador en forma de dos pupilas verdes.
La historia de McCurry está repleta de conflicto. Impulsado por una pura intención creadora comenzó a trabajar a una temprana edad en un periódico como fotógrafo. Pese a que su labor se reducía a captar eventos cotidianos, como partidos de béisbol o festejos, él se sentía afortunado. Fotografiar era la única necesidad relevante para él. Por eso, acabó abandonando el trabajo. Aún con la felicidad que le generaba, se topó con algo que desconocía sobre sí mismo. Una vez sació su hambre de fotografía se despertó una imperiosa necesidad de ampliar su horizonte pictórico. Encerrarse en un bucle de instantáneas clónicas ya no le satisfacía. Así, se deshizo de todos sus bienes y compró un vuelo a la India. Únicamente armado con su cámara y unos cuantos carretes McCurry partió hacia el viaje que cambió su vida. Un punto de no retorno que le otorgaría fama con un costo despiadado.