Rosana G. Alonso
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No hay ninguna vanidad en ‘Sundown’, la última película de Michel Franco, secundada por una honestidad que condensa muy bien toda su filmografía

Sundown | StyleFeelFree
Imagen de la película Sundown | StyleFeelFree

Después del inmenso papel de Tim Roth en Chronic (2015) el actor repite a las órdenes de Michel Franco. Y aunque la nueva película que protagoniza, Sundown, parece muy alejada de aquella, su papel guarda ciertas similitudes. Aquí vuelve a ser un tipo parco en palabras que oculta un secreto. Lo vemos en sus ojos vidriosos, en su mirada perdida y su impasible actitud. Tal vez solo sea que está cansado de la vida. Del confort, del dinero, de una trayectoria vital en la que no ha tenido que hacer mucho esfuerzo para estar donde está. A pesar de ello, no hay ningún ápice de soberbia ni de impostado narcisismo de clase. El inglés parece entender muy bien a este personaje que conduce un thriller psicológico ascendiendo hacia lo desconocido y perfilando, nuevamente, una imagen de México brutal.

El cineasta de Nuevo orden tiene claro que su cine no puede ser sino violento cuando su país ha cimentado su identidad en la violencia. Aunque va a ser difícil que vuelva a superar la brutalidad de su anterior filme, muy poco entendido, y sin embargo, una de sus obras cumbres, no puede esquivar una realidad en la que la barbarie y la corrupción se ha vuelto algo cotidiano. Una situación que representa muy bien Acapulco, antaño paraíso para los turistas. Desde hace algunos años, hervidero del chantaje y el terror. Un lugar desafectado que pretende una imagen embalsamada de belleza, ocio y bienestar. Reflejado en una fotografía que pasa de las formas más lujuriosas a las más mundanas, Sundown, obedeciendo a su título, también recurre al simbolismo del sol. Su luz, su incandescencia y esplendor oculta otra realidad. Pero eso es algo que tenemos que adivinar.

Con una fluidez, incluso más diligente que en sus anteriores cintas, Franco despliega, en poco más de una hora, un argumento que sintetiza su cinematografía. En este sentido, la película es esquemática porque condensa, con una sencillez extraordinaria, todas sus preocupaciones, estilos y temáticas. Esto es, la humanidad que a pesar de la violencia endémica, se abre paso, precisamente, para soportar la vida. Cuando nos reconocemos en los otros, la fuerza interior casi extinta, insospechadamente, emerge. Porque en todos estos rituales que hemos aprehendido, la vida y la muerte se entrelazan en un abrazo que protagonizan Tánatos y Eros. Hay mucha belleza en este metraje y una sutil esperanza que germina como el último rayo de sol del día. Tal parece que el mexicano necesitase agarrarse a un clavo ardiendo para seguir avanzando. Y eso se nota. Sundown no busca sorprender. No hay vanidad, pero sí mucha verdad.
 

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