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El icónico comisario del 36 Quai des Orfévres da el paso a la gran pantalla con ‘Maigret’ de Patrice Leconte
Patrice Leconte ha adaptado a la gran pantalla la novela de Georges Simenon Maigret et la jeune Morte publicada en 1954. El texto en el que se basa la cinta es uno de misterio e intriga. Se trata de la historia del famoso comisario Maigret del 36 Quai des Orfévres. A pesar de ello, el largometraje no se cimenta en la tensión, apunta a un método distinto. Como consecuencia, en ningún momento se encuentran escenas al estilo puro de Hitchcock. Nunca construye una secuencia sobre un peligro ya establecido. Un recurso cuya potencia quedó demostrada en la reciente cinta El sastre de la mafia de Graham Moore. Por otro lado, tampoco comienza con un suceso extraño como en Deseo de una mañana de Verano de Michelangelo Antonioni. Maigret inicia con un asesinato. Una muerte que señala a otro lenguaje.
El acercamiento a la historia de Maigret por parte de Patrice Leconte es más atmosférico. Por ello, la cinta no intenta ser un rompecabezas de misterios y propuestas dispuesto a entusiasmar como ocurre en Seven. El director busca crear un panorama de sensaciones, intenta hacer del misterio una textura visual. Debido a este motivo, cada toma está llena de un desenfoque que vuelve las luces manchas descomunales, borrones que, unidos al desenfoque y al grano, logran hacer que las imágenes sean únicas y originales. De este modo, el diseño de imagen, sumado a un movimiento de cámara centrado en zooms robóticos, alcanza un acabado de misterio y pistas por resolver.
A pesar de todos sus puntos fuertes Maigret alberga una duda. Las escenas por sí mismas son funcionales. Sin embargo, el conjunto que arman no termina de casar. A raíz de una escritura que no cierra todas las ideas que plantea desvía toda la responsabilidad a la dirección. Como consecuencia, Patrice Leconte busca crear un ambiente centrado en evocar en vez de un estilo más clásico. Aun así, el resultado es incierto. Las escenas por sí solas no parecen señalar a ningún lado, no son más que planos bonitos cubriendo páginas de guion. A su vez, la estética no encierra ningún subtexto, reduciendo las imágenes a ser aquello que los actores quieran pronunciar. Por consiguiente, el resultado final, aunando todo el conjunto, resulta ser una recopilación de imágenes sin rumbo.