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Al ritmo de música rock y diálogos de puro ingenio, Rosalind Ross en ‘El milagro del Padre Stu’ inspira a alcanzar la mejor versión de uno mismo adaptando la historia real de Stuart Long
Rosalind Ross adapta a la gran pantalla la historia real de Stuart Long, un boxeador, borracho y ególatra que tras un accidente cercano a la muerte decide reconducir su vida. Dicho personaje mantiene una actitud muy cercana a Mikey Saber en Red Rocket. Sin embargo, no llega a generar tanta antipatía como el protagonista de Sean Baker. Este repele y encandila a partes iguales. Gracias a una actuación llena de personalidad por parte de Mark Wahlberg despierta en el espectador una ternura y empatía que culmina con el uso de los diálogos. El guion está plagado de líneas ingeniosas y respuestas imprevisibles. Este último, es un acercamiento al personaje ya visto en otros papeles del actor como en 2 Guns o Ted. De este modo, la directora nos hace sentir las vivencias de Stu como propias, nos une al personaje como medio para alcanzar un fin mayor.
La película busca inspirar, impulsar al espectador al cambio. Por consiguiente, la elección de la vivencia del padre Stuart Long es ideal. Después de dejar de lado su carrera deportiva Long intenta redirigir su existencia hacia el mundo actoral pero fracasa, se hunde en la decadencia. Llega hasta el extremo de basar su existencia en alcohol, peleas de bares y una soledad enfermiza. Al igual que le ocurrió a la persona real en la que se inspira esta historia, esta situación la utiliza Stuart para darle un nuevo enfoque a su vida. A partir de esta situación la directora recrea el camino de redención del personaje en una demostración de pura voluntad. La cinta nos demuestra como Stuart logra hacer frente a un mundo que parece querer despedazarlo logrando, a su vez, dejarnos claro el mensaje de la obra. Esto es, nunca es demasiado tarde para cambiar.
Rosalind Ross alcanza en El milagro del Padre Stu el equilibrio perfecto entre comedia, entretenimiento y drama. Por medio de una edición medida al repleto divide el filme en segmentos llenos de contraste. Primero, a modo de dinamizar el largometraje, emplea secuencias de cortes rápidos acompañados de música rock. Luego nos lleva a escenas de tomas más largas y cotidianas diseñadas para los actores. Entornos cinematográficos en los que los personajes pueden lucirse mediante la actuación. Con todo esto, Ross termina desembocando en panoramas más dramáticos que aportan peso e intimidad. Secuencias en las que el uso del teleobjetivo destaca con gran fuerza, un acercamiento muy próximo al de Denis Villeneuve en la introducción de La llegada.