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Nathalie Álvarez Mesén en ‘Clara sola’ alza una experiencia reveladora, una combinación de sentimiento y naturaleza que arropa al espectador con una piel y mirada únicas
No por nada Clara sola fue una de las películas más llamativas del Festival Cine por Mujeres 2021. Nathalie Álvarez Mesén ha encontrado el acercamiento idóneo para hacer sentir al espectador la profundidad que esconde el manido dicho “ponerse en los zapatos de otro”. Mediante la historia de Clara, una mujer de 40 años atrapada en un cuerpo disfuncional y una familia incapaz de comprenderla, construye un relato de empatía que nace con la interpretación de su protagonista. Wendy Chinchilla es principalmente bailarina, no actriz. Por ello, su papel resulta abrumador. El núcleo de la obra reside en mostrar la inmensidad que reside encerrada en Clara. Con este motivo, Chinchilla rompe el equilibrio de su cuerpo en un juego de descompensaciones físicas. Reorganiza el habla en una combinación de aparentes trabas que confiesan su visión singular. Así, hace de su cuerpo una cárcel que despedazar a base de sentimiento.
En Clara sola se plantea entonces la dificultad de seguirle el ritmo a Wendy. Nathalie lo logra con creces. La dirección nos une a su piel y huesos. Compone una noción visual y sonora de estímulos. De forma general, la mayoría de personas coinciden a la hora de organizar la atención. Hay elementos que atraen más interés que otros. Sin embargo, esto no es así para todo el mundo. Individuos como Clara no se fijarán en el edificio más grande al llegar a una ciudad nueva. Personalidades como la suya perseguirán las gotas de agua que cuelgan de las hojas. Esta percepción se encuentra a lo largo de todo el filme. La cámara señala lo que ella determina relevante. Para ello, las escenas se construyen a partir de planos medios de la protagonista. A través de estos se deriva a un compendio de planos detalle y tomas de la naturaleza.
Como consecuencia de una actuación y mirada tan poéticas el realismo mágico de la cinta se siente natural. Mediante este, el largometraje nos plantea el enigma de si sí Clara tiene realmente poderes mágicos. Sin embargo, nunca llega a sentirse como tal. Los momentos de aparente hechicería se sienten más cercanos a una fantasía de la protagonista que a un suceso real. La irrealidad es percibida como una consecuencia del azar. Una característica que comparte con obras como Akelarre. Esto último, a pesar de no funcionar como alimento para la incógnita, cumple de forma soberbia como catarsis. Los sentimientos de Clara explotan entremezclándose con calamidades naturales. Naturaleza y personaje se fusionan creando un nuevo uso para la magia. Esta, deja de ser un elemento para lograr hechos imposibles y pasa a ser la textura de una piel que envuelve naturaleza y alma.