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En una Venecia repleta de rencor y misterio Álex de la Iglesia nos sumerge en ‘Veneciafrenia’, una aventura grotesca y entretenida
Álex de la Iglesia es el motivo para adentrarse en este sector de innumerables profesionales, el maestro al que todo nuevo director ha estudiado. Ya desde Mirindas Asesinas nos enseñaba cómo crear escenas imprevisibles en las que brillaba la originalidad de su propio humor negro. Más adelante, en películas como Acción Mutante y Balada Triste de Trompeta nos ejemplificaba la potencia de los símbolos y las metáforas. Hacía de los planos poemas visuales en los que reinaban las dobles lecturas logrando un impacto absoluto en el espectador. También ha destacado mucho en el guion. Ejemplos de ello son Perfectos Desconocidos o El Bar, películas en las que con una elegante premisa logra atraparnos en un mar de intriga. Álex de la Iglesia es un artista que estará siempre en la mira de todos. Un director único que da un paso más en su carrera con Veneciafrenia.
La película inicia con muchos planos, muchísimos. Los protagonistas desembarcan en Venecia entre risas. En tan solo este primer minuto alternamos entre tantas tomas que llegamos incluso a perder la noción del espacio. Esto último, ilusiona. La intención de asemejarse parcialmente al slasher anunciada por el director sumado al filtro de ruido presente en el filme nos hace soñar con una cinta al estilo La Matanza de Texas. Un recurso idóneo para construir un panorama incómodo. Una estética visual grimosa y sucia donde la fealdad construye un nuevo concepto de belleza. Método en el que los cortes frenéticos nos sumergen en un lenguaje que no entiende de espacios perfectamente delimitados sino de texturas y experiencias.
A su vez, el largometraje se centra en un juego constante de sospechas e intenciones ocultas. Al estilo de Hot Fuzz se nos plantea una Venecia habitada por unos nativos misteriosos y un plan secreto. Un ambiente perfecto para jugar con la tensión. Personajes que se adelantan a las intenciones de los protagonistas. Situaciones corrientes llenas de extrañeza por una sonrisa demasiado forzada o un diminuto gesto no esperado. En definitiva, un método hecho para jugar con las expectativas de los personajes y el espectador volviendo la obra en una aventura con la intriga de un whodunit y el dinamismo de una película de acción.
El arte de Veneciafrenia revela auténtica maestría. Las localizaciones, el atrezzo y el vestuario nos regalan auténticas perlas. A lo largo del filme nos encontramos escenarios profundamente poéticos. Decorados donde butacas vacías yacen sumergidas en mitad de un teatro calado de ruina y agua explotando al máximo la temática de la obra, la problemática de los turistas. Un tema que vertebra el largometraje convirtiendo el visionado en algo más que solo una experiencia entretenida. Álex de la Iglesia es consciente del problema. Veneciafrenia es un golpe de entretenimiento y una experiencia concienciadora, un paso a tener en cuenta en la carrera del cineasta.