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Las prendas acolchadas en tonos candy entran en tu armario para abrigar los días más fríos de los próximos meses
Sea otoño o primavera, invierno o verano el fenómeno de las prendas acolchadas es tal que buscaremos la mínima ocasión para llevarlas encima. La puffymanía parece haber llegado para quedarse. De hecho, desde la década de los años diez estamos viendo como los tejidos acolchados han ido creciendo en popularidad y su auge está aumentando. Por eso, aunque en el hemisferio norte ya estemos en primavera estaremos deseosos de que las temperaturas no se disparen para sacarlos a lucir. Los colores candy, además, resultan muy atractivos cuando el sol comienza a hacer presencia. Por otra parte, hay muchas firmas que proponen chalecos holgados y muy ligeros que se pueden adaptar bien a temperaturas livianas.
Otro de los rasgos característicos de los nuevos puffers es que la técnica para confeccionarlos ha ido ganando en creatividad y los paneles de acolchados adoptan todo tipo de formas. De la cuadrículas clásicas en forma romboidal a otras que recrean siluetas inspiradas en la naturaleza. Por eso, desde SFF vaticinamos que les queda mucha vida ya que se puede incorporar a todo tipo de prendas y patrones, todavía por explorar. Igualmente, están teniendo presencia en todo tipo de complementos como bolsos o calzado. Por lo demás, son atuendos muy confortables porque no pesan nada y caen sobre el cuerpo conformando siluetas esculturales.
CLAVE:
la puffymanía continúa su escalada también para las estaciones más cálidas. Opta por tonalidades suaves y prendas más ligeras como los chalecos que serán una prenda fetiche cuando las temperaturas empiecen a subir
En realidad, más allá del clásico plumífero de los años 1990, los nuevos acolchados tampoco son tan nuevos. Recordemos que Rei Kawakubo, desde su marca Comme des Garçons, sorprendió al mundo en la primavera-verano de 1997 como su colección Body Meets Dress, Dress Meets Body. Hasta entonces, nunca se había usado la guata para crear todo un vestuario para la estación estival. En esta ocasión con este material —sintético, en el caso de Kawakubo— esculpía siluetas sobre un cuerpo que servía de molde, de soporte. La vestimenta nunca hasta entonces había alcanzado su verdadero status de arte. Más que prendas, el cuerpo llevaba piezas escultóricas. Pero si entonces sometían en cierta forma al cuerpo, la novedad es que ahora están a su merced. Empezamos a ser sujetos sociales que, por primera vez, buscan la verdadera emancipación. Y esta solo puede ser posible si nos liberamos, completamente, de uniformes sexualizantes.