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En ‘Lizzie’, el director Craig Macneill reimagina el motivo de los brutales asesinatos de Andrew y Abby Borden a finales del siglo XIX
Es posible que en Estados Unidos no exista una época que no tenga un crimen controvertido. Además, siempre se genera un circo mediático que conlleva opiniones encontradas en torno a brutales acontecimientos. Desde los que perpetró Julius y Ethel Rosenberg, al recientemente exonerado Kyle Rittenhouse. Así, nacen mitos y leyendas urbanas que perduran en el tiempo, y que capturan nuestra imaginación hasta el día de hoy. Una de ellas es la que protagoniza Lizzie Borden que fue acusada, durante la denominada Edad dorada, del brutal asesinato de su madrastra y su padre. No obstante, fue declarada inocente. Sin embargo, hasta el día de hoy, se sigue discutiendo si fue realmente ella la que cometió los crímenes. En la película Lizzie, el director Craig Macneill decide alejarse del morbo mediático y reimagina los posibles motivos que pudieron haber llevado a Borden a perpetrar este tremendo delito.
En 1892, durante el ocaso de la Edad Dorada, la familia Borden vive cómodamente en Fall River, Massachusetts. A pesar de su gran riqueza, el patriarca, Andrew, no despilfarra un centavo que no sea necesario. Su gran preocupación es el futuro de sus dos hijas solteras, la dócil Emma y la conflictiva Lizzie. Para el padre, controlar a Lizzie es una tarea casi imposible. Ella es una criatura intensa y misteriosa, con un gran ingenio que es poco valorado por los que la rodean. Como muchas mujeres de su tiempo, se encuentra reprimida por las expectativas de la sociedad y las convenciones de la época. Es por eso que enfoca toda su rabia y frustración hacia su padre, encontrándose ambos en una relación tóxica a punto de explotar.
En la dinámica padre-hija entra la sirvienta Maggie cuyo verdadero nombre es Bridget. Su nombre es cambiado por su empleador para ejercer poder sobre ella, dejando claro que le pertenece. Pero sin planificarlo, Bridget y Lizzie crean un lazo sentimental. De esta manera, su relación evoluciona hacia algo más físico y peligroso. Esto logra capturarlo Macneill entrando en la naturaleza oscura y tóxica que se vive en la residencia de los Borden. Por eso, cuando los asesinatos ocurren, tampoco los censura. Son frenéticos, gráficos y realmente escalofriantes.
Está claro que hay varios temas que se abordan en la película, especialmente el que concierne a la opresión hacia las mujeres. Tanto Lizzie como Bridget, son víctimas de abuso —de distintas maneras— por el patriarca de la familia. A pesar de ello, el mensaje transmitido puede ser un poco confuso. Si bien está justificado que la protagonista tenga toda la rabia que tiene, en ocasiones resulta extremadamente cruel y podría ser considerada una psicópata. De hecho, la historia se vuelve un poco melodramática y algunas metáforas visuales parecen forzadas. Con todo, las principales actuaciones de Chloë Sevigny y Kristen Stewart son sobresalientes y la relación entre ambas es convincente. El resto del elenco, conformado por Jayme Sheridan, Fiona Shaw y Denis O’Hare, le agregan veracidad a un relato que no resulta cómodo de ver.