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Éric Besnard nos cuenta, en ‘Delicioso’, la historia del primer restaurante de Francia, en vísperas de la Revolución Francesa, una época en la que el buen comer estaba reservado únicamente a los nobles
Desde el final del reinado de Luis XIII hasta el comienzo del de Luis XIV, la nobleza francesa no tenía una función política. Al no haber guerras, no tenían un papel militar y solo les quedaban las buenas palabras y el desenfreno. Es por eso que, en la última etapa del siglo XVIII, la aristocracia había llegado al punto más alto de la frivolidad y el despilfarro. En esa ridícula competencia de ver quién era el mejor noble, el cocinero era una pieza clave del juego. Los banquetes eran comunes en las altas esferas sociales. Así, alardear del chef —y tenerlo empleado— era parte del pasatiempo de los nobles. Mientras tanto, el pueblo estaba hambriento y las protestas eran cada vez más comunes. Por esta razón, Éric Besnard nos trae una historia de un hombre en busca de su libertad en la víspera de la Revolución.
Delicioso es una encantadora película sobre los inicios de la cocina francesa moderna, la pasión y la búsqueda de la libertad. La puesta en escena de Besnard nos traslada a esa época y nos coloca en la Francia rural antes de la Revolución. El director combina audazmente varios géneros. Es un drama histórico, pero tiene momentos de humor. A su vez, también nos cuenta una historia de un grupo de personas perdidas que juntas encuentran un camino hacia a la libertad. Pero principalmente trata sobre reconocer nuestro propio valor. Ese que no vemos por estar interesados en lo que otros piensan de nosotros y dejamos que sus palabras nos degraden.
Pierre Manceron es un gran cocinero. Tiene como meta llegar a Versalles y dar de comer al rey y su corte. Todos los días se esfuerza preparando platillos increíbles en la cocina de su empleador, el Duque de Chamfort. Sin embargo, como muchos chefs, desea crear sus propios platos. Él piensa que de esa manera su pasaje a París llegará más rápido. No obstante, al ser despedido por Chamfort por tener la osadía de crear un plato nuevo, se abre una nueva puerta para el protagonista. Al principio, piensa que ha fracasado y pierde su gusto por la cocina. Pero su hijo, Benjamin, y su aprendiz, Louise, le dicen que su talento debe estar al servicio de todos y no de algunas élites. De esa manera, es capaz de ver más allá de su obsesión, descubriendo su valentía y encontrando su libertad. No solo como cocinero, sino como hombre.