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Disqueras independientes de todo el país se citaron en un ambiente acogedor y familiar para celebrar la primera edición del Festichachi junto a cientos de asistentes
Más allá de las fronteras de Internet, la industria discográfica independiente nacional nunca lo ha tenido fácil a la hora de encontrar su lugar. Pese a ello, las pasadas décadas han visto nacer y prosperar a una enorme variedad de sellos, tejiendo así un panorama férreo y heterogéneo. Sin embargo, las instituciones —públicas y privadas— han demostrado desconocer las necesidades de este tipo de propuestas e ignorar cómo participan de la oferta cultural. Prueba reciente de ello es la situación vivida por las pequeñas editoriales invitadas a la pasada Feria del Libro de Madrid, menospreciadas por la organización. Es de este clima de desigualdad, junto a la voluntad colectiva de generar espacios propios, que surgen iniciativas como el Festichachi. Convocada desde Discos Garibaldi, la idea de reunir bajo un mismo techo a disqueras independientes de todo el estado español se hizo por fin realidad.
El pasado sábado 2 de octubre, El Casinillo de la Asociación de Vecinos de la Colonia Obrera de Chamartín acogió “el evento del otoño”. Así presentaron el mismo los organizadores del festival allá por el mes de julio, cuando empezaron a anunciarlo a través de redes sociales. Las noticias corrieron como la pólvora y la expectación fue creciendo entre los más de cuarenta sellos invitados, músicos amigos, sus oyentes y demás aficionados. Y cuando al cartel se sumaron nombres de bandas y artistas emergentes, programados para tocar pequeños sets sobre el escenario, la emoción fue a más. Con los puestos ya montados, la sala de conciertos a punto y las bebidas en la nevera, el Festichachi abría sus puertas.
Caras amigas, lugares comunes
Conforme arrancaba el mediodía, los primeros en caminar por los dos patios de El Casinillo fueron vecinos de la zona y familias con niños. Uniformados con gafas de sol y bolsa de tela al hombro, los coleccionistas más madrugadores no tardaron en cargarse de vinilos y cedés. Como nos contaban desde Meritorio Records, varios de ellos ya habían hecho alguna que otra reserva. “La gente aquí encuentra discos que no están en tiendas normalmente”, explicaban a SFF. Una vez los compradores entusiastas ya se habían hecho con sus piezas favoritas, el ambiente de mercadillo —que no la alegría— se iba disipando. Y mientras unos conversaban, vermut en mano, varios se acercaban a escuchar al dúo catalán Ella Ella, los encargados de inaugurar la jornada de conciertos. Tras terminar su set por todo lo alto con su tema Amor Panocha, volvían al stand de Magic Room Records.
Rodeados de discos y camisetas recién traídas desde Barcelona, Dani y Ana de Snap! Clap! Club expresaban su emoción por estar en el Festichachi. “Al fin y al cabo es una especie de reunión familiar”, comentaban al respecto. Basta con pasearse por los patios superior e inferior y charlar con los invitados para darse cuenta de ello. Artistas, representantes de sellos y visitantes se confundían entre la multitud, creando una atmósfera acogedora de la que todos agradecían sentirse parte. Dharmacide compartían puesto con Munster Records, miembros de El Buen Hijo estaban sentados junto a Futuras Licenciadas, El Grajo atendía el stand de Discos Walden… Era urgente acortar la distancia física que de por sí afecta a los vínculos de la escena underground y que la pandemia había incrementado.
Ruidos y reencuentros
Las impresiones por parte de las discográficas asistentes señalaban otro hecho importante: la necesidad de descentralizar los eventos de esta índole. Si bien no deja de ser una tarea pendiente, por suerte, el mismo sábado Alcalá de Henares estaba celebrando el festival microeditorial ¡Hostia Un Libro!. “Aunque se haga en Madrid, está bien que esta clase de propuestas por una vez se salgan de Malasaña y Lavapiés”, reflexionaban desde El Volcán. De vuelta al escenario del Festichachi y con el reloj marcando la mitad de la programación, le llegaba su turno a Aeronave Adolescente. Vitoreado el público y sus compañeros de Contra Discos, el joven cantautor coruñés protagonizó uno de los sets más descarnados y enérgicos del día. A continuación, Miedo —al contrario de lo que dice su nombre— relajó el ambiente de la mano de su guitarra electroacústica y letras sinceras.
Los siguientes en tocar fueron La media distancia, el nuevo proyecto de Santi (Autoescuela, Santiago la Barca) y Marina, recién llegados de Asturias. El dúo, que por ahora solo tienen una canción publicada, deleitó a la sala con su breve, pero brillante, repertorio de cuidado lo-fi. Sin duda el riquísimo universo de cotidianidad que albergan temas como El fantasma de los rallys o Zapatero conquistó a todos al instante. Pero el lo-fi tiene muchas caras, y quién mejor para representar la más alocada que los chavales de los reels. No hay nada más indie que subirse por primera vez a un escenario para despedir la primera edición del Festichachi a golpe de guitarra.