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La gran investigación que lleva haciendo Jonás Trueba sobre la adolescencia queda registrada en ‘Quién lo impide’, una cinta que a su paso por el SSIFF 2021, mide la temperatura a nuestro presente y enardece el ánimo
En La Reconquista, Jonás Trueba ya parecía estar esbozando Quién lo impide. Hay muchas pistas que nos conducen hasta la nueva película que acaba de estrenar en el SSIFF 2021. Desde la música, a los personajes. Con ella vuelve a un festival que precisamente le abrió las puertas en 2016 con la cinta mencionada. Por eso, también parece que el cineasta madrileño ahora cierra un ciclo. Al menos, en este proyecto, de casi cuatro horas de duración y cinco años de trabajo, traza una enérgica tesis sobre la adolescencia. Así, en general. Si bien los jóvenes que salen delante de la cámara están llamados a pertenecer a la Generación Z, en realidad Jonás semeja querer hablar de su propia generación. Es más, podríamos decir que amplía el radio de acción. Para proclamar un himno revolucionario que llama a cambiar el mundo, empezando por el propio.
Diez años después del 15-M, Quién lo impide pasa el relevo a la generación a la que ahora le toca alzar la voz. Y la alzan. Hay diálogos muy emotivos sobre política que vuelven a dar un poco de esperanza en una época desconcertante. En este sentido, sorprende el cariz que adopta ahora el realizador de La virgen de agosto. Sin esquivar el mismo impulso vital que desde los inicios ha caracterizado su cine, se percibe más compromiso social. No obstante, seguimos identificando unas señas de identidad muy reconocibles que definen a Jonás como un autor melómano, metafísico y observador de entornos. La búsqueda incesante de uno mismo, a través del otro, vuelve a encender la mecha. Las relaciones románticas son un pilar fundamental en su cinematografía. Y aquí, vuelven a evocar sentimientos que trascienden. Porque trazan un mapa en el que ubicarnos, aunque sea borrando los contornos que conocíamos.
En su estreno, rinde además homenaje a Rafael Berrio, autor del tema homónimo, y recientemente fallecido. Un tema que invita a hacer, a salir, a reivindicar. Es una propuesta que partiendo de una serie de iniciativas previas sobre la adolescencia, presentadas en 2018, resulta original. No tanto por el seguimiento que se realiza a un grupo de personas, a lo largo del tiempo, sino por cómo evoluciona el metraje por sí mismo. Puesto que en estos cinco años han pasado muchas cosas. Y en medio de todo, una generación que estaba haciéndose quedó interrumpida por una pandemia que cambió su modo de expresarse. Todo esto lo recoge la cámara de Jonás, estando en el momento adecuado en el lugar adecuado. ¿Acaso el cine es otra cosa? El don de la oportunidad es lo que marca que una película se filtre o no en lo colectivo.
El filme, en su evolución, crece y madura. De un proyecto ya de por sí ambicioso, a algo inesperado que muta, para tomarle la temperatura a un tiempo presente. Por si fuera poco, lo hace dejándole respirar al espectador. Por medio de una estructura muy amena cortada por dos descansos, de cinco minutos, que se agradecen. Pero lo más significativo es que si en otras cintas Jonás no podía quitarse de encima una pesada carga que transportaba consigo, en este mediado documental parece liberarse de su propia taciturnidad. Quién lo impide es un chute de energía. Adrenalina que contagia invitando a salir de la sala de proyecciones con ganas de transformar lo social. Hay que reconocerle también el mérito a Candela Recio, una actriz que apunta maneras con un perfil que está en consonancia con una contemporaneidad, en femenino, que empieza a definirnos con cierto criterio.