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Mediante una humilde comedia romántica, Micha Lewinsky expone en ‘Mis funciones secretas’ la paranoica vigilancia en Suiza a finales de la Guerra Fría
El patente clima de tensión producido por el espionaje de una población suiza lo transmite Micha Lewinsky con desparpajo en Mis funciones secretas. El largometraje narra cómo la solitaria vida del dedicado policía Schuler cambia radicalmente al infiltrarse en una compañía de teatro. Pese a creer que muchos de los artistas están involucrados en actividades revolucionarias, se acerca a la actriz más reaccionaria de todas: Odile. Mientras que el oficial se enamora de su perseverante carácter, ella se acerca a él por su modestia, que escasea en su mundo. La historia tiene un tono polivalente que se balancea entre el drama, el romance y la comedia según las necesidades de la narración. Por consiguiente, el humor es moderado y la tragedia liviana en una película cuya voz se encuentra entremedias de Top Secret! y La vida de los otros.
El cineasta ofrece una visión que se distancia de Alemania, la URSS o los EE.UU para mostrar el impacto de la Guerra Fría. Así, las consecuencias de la caída del Muro de Berlín las localiza en una ciudad muy concreta: Zúrich. Mediante la disminución del conflicto y la integración de la comedia, crea una perspectiva ligera y poco politizada. Como resultado, el género predefine los personajes, dotados de una bidimensionalidad identificable desde el principio. Lo más resaltable es la fuerte interpretación de ella, pues posee una profundidad inesperada al compararla con los demás. Por otro lado, el oficial carece de la espectacularidad de los héroes de filmes similares actuales como Atómica y Gorrión Rojo, quienes destacan por su carisma. En contraste, el creador le resta grandilocuencia y construye a un protagonista más cercano, con el que cualquiera se podría identificar.
Micha Lewinsky recupera una temática con el fin de homenajearla, no con una gran ambición por innovar. Sin embargo, su particularidad reside en la ambientación al situar la acción en un lugar real, el teatro Schauspielhaus Zürich. A su vez, se basa en un hecho verídico: cómo las comisarías suizas recababan información acerca de ciudadanos con una ideología de izquierdas. Ello podría estar acompañado de una estética realzada para introducirnos en la época, de la que prescinde totalmente para bien o para mal. Puesto que, aunque ayuda a fijar el temperamento de la pieza, pierde detalles concretos de situación. A través de estos elementos, el director compone un relato sencillo que permite relajarse, a pesar de adentrase en la memoria histórica.