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Valiéndose de su experiencia personal, las búlgaras Mina Mileva y Vesela Kazakova retratan en ‘Pequeños milagros en Peckham Street’ la polarización de la sociedad británica
To be like a cat on the wall es una expresión inglesa que se refiere a la incapacidad de alguien para decidir. El idiom evoca la imagen de un gato sobre un muro, situándose en un punto intermedio entre dos lados. El felino es equidistante, como lo es aquel que no determina su postura frente a un tema. La película Cat in the Wall, aunque emplea una preposición distinta, también habla de tomar decisiones. En este caso, al cambiar el on por in, el gato se coloca literalmente dentro de la pared. Más allá de que el título haga referencia a un hecho concreto ocurrido en la cinta, éste crea una interesante metáfora. La de un gato atrapado, incapaz de escapar. Algo similar a cómo pueden sentirse los personajes del filme.
Sin embargo, en España la película de las búlgaras Mina Mileva y Vesela Kazakova se ha comercializado como Pequeños milagros en Peckham Street. Hace así referencia al barrio en el que tiene lugar la acción. Peckham, situado al sur de Londres, era hasta hace no mucho una de las zonas más desfavorecidas de la capital británica. Con la llegada de una nueva línea de transporte en 2012 se inició un proceso de gentrificación. Los nuevos habitantes, con sus pubs de cerveza artesanal y panaderías de masa madre, provocaron el desplazamiento de los antiguos residentes.
Si a esto le sumamos el Brexit y la victoria de Boris Johnson, ya tenemos el cóctel perfecto para entender una sociedad británica profundamente polarizada. En este marco, la narración se centra en Irina, una migrante búlgara afincada en Londres —como las directoras y guionistas del film— que trata de sacarse las castañas del fuego como buenamente puede. Irina, que es madre soltera, se ve obligada a trabajar como camarera, a pesar de ser arquitecta, para llegar a fin de mes. En Peckham vive en un pequeño apartamento que comparte con su hermano, también titulado, pero en paro y sin papeles. Su situación económica se vuelve aún más precaria por la obligación impuesta por la comunidad de vecinos de cambiar dos ventanas de su casa. Una reforma por la que deberán pagar la friolera de 26.000 libras.
Ante esta factura, Irina trata de organizar a sus vecinos para luchar contra el sistema. De forma paralela, ella misma se ve envuelta en un conflicto con otra familia del bloque por la propiedad de un gato que ha acogido. Se nos revela aquí a una mujer fuerte, decidida y capaz de adoptar roles de liderazgo en la comunidad. Los protagonistas reflejan una nueva migración integrada y que forma parte del tejido social. Pequeños milagros en Peckham Street se mueve entre la comedia negra y el drama social. Las directoras, valiéndose de un tono naturalista y basándose en sus propias vivencias, logran retratar a la sociedad británica desde una perspectiva refrescante. Exponiendo el racismo y la xenofobia imperante. Sin embargo, en ocasiones pecan de transmitir sus ideas políticas de una forma demasiado evidente. El mensaje que deja el filme es de lo más desesperanzador, en Peckham no ocurre ningún milagro.