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Mezclando comedia costumbrista y thriller psicológico, Marc Fitoussi consigue articular en ‘Las apariencias’ una brillante crítica social
¿Cuánto puede saber uno de un autor por su obra? Pues lógicamente dependerá del autor y de la obra. Como disclaimer, he de reconocer que del francés Marc Fitoussi solo he tenido la oportunidad de ver dos trabajos. Sin embargo, a juzgar por estos, me atrevo a conjeturar que o bien se ha sentido siempre atraído por las mujeres maduras o que es gay. Tal vez ambas. Desde luego, lo que está claro es que el realizador galo tiene la habilidad de crear personajes femeninos complejos y tridimensionales. La gran asignatura pendiente de muchos directores y guionistas heteromasculinos. Sus protagonistas son activas, moviéndose en un terreno de luces y sombras, con ambiciones y secretos que las vuelven transparentes a la par que enigmáticas. En este sentido, la protagonista de su última película, Las apariencias, no es muy distinta de aquella encarnada por Isabelle Huppert en Luces de París.
En esta, Fitoussi parte de nuevo de un conflicto conyugal para desarrollar una comedia costumbrista, en este caso, con trasfondo moralizante. Un género que termina hibridando, pero sin perder el tono, hacia el thriller psicológico. La protagonista, por supuesto, es una mujer. Una madre y esposa que comienza a sospechar que su marido le es infiel. Ante la traición buscará venganza, pero lo hará sin perder las apariencias. Y es que la familia forma parte de un círculo social de clase alta integrado por francófonos expatriados —que es como se llama a los migrantes con poder económico— en Viena. Una comunidad formada por personas que son réplicas del mismo tipo y que tienen el cotilleo como base de la conversación. Además, irónicamente, el racismo y la xenofobia son otras más de sus múltiples similitudes.
A través de este grupo, el cineasta galo teje una crítica social aguda que nos recuerda que aquello de “acción, reacción” es cierto. En Las apariencias las acciones tienen consecuencias. Pero, para llegar a ese mensaje, Fitoussi despliega primero todo un juego de máscaras y subtextos muy trabajados. Los planos objetuales están a la orden del día. Detrás de la funda transparente de un iPhone colocado boca abajo se encuentran las verdades de una relación. Y en un bar llamado Why not se inicia la caída en desgracia de una mujer. Una madre y esposa que, ilusa, propone “intentemos olvidar quienes somos”, sin darse cuenta de que justamente el problema está en quién es.