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No es solo una película, ‘Julia & I’ es una terapia que alcanza a todo el que vaya a su encuentro, un descubrimiento lleno de fogonazos y alumbramientos
Fuera del marco y al mismo dentro de la historia. Así es como la realizadora Nina Hobert nos descubre su yo más íntimo en Julia & I, su ópera prima. Una película, a grandes rasgos, sobre la amistad que deja paso al autodescubrimiento interior. El cuerpo, la vulnerabilidad, la pérdida y el vacío existencial. Un torrente de estados emocionales que dejan tras de sí rastros de lo que es la vida. Momentos, uno detrás de otro. De esta manera describe la experiencia vital la propia cineasta que hacia el final de la película se da cuenta de que su posición, detrás de la cámara, buscándose, es un modo de superviviencia. “Mientras estoy tan perdida, de repente, algo se vuelve muy claro. Esto no es solo una película. Es mi forma de intentar sobrevivir. La cámara es mi escudo. Un sustituto del cuerpo que odio”, explica cerrando una búsqueda intempestiva, por momentos.
Con una edición repleta de fogonazos y alumbramientos, Hobert captura sensaciones que pasan de ser muy nítidas a ser pura impresión. Hay planos muy líricos y otros de corte casi onírico o cuasi fantasmal. Cuando busca captar lo que su mente siente. Sorprendidos, asistimos a revelaciones. Como cuando confiesa que odia su cuerpo de mujer y que hubiera preferido haber nacido chico, pero que tampoco quiere someterse a ningún proceso para cambiar de género. No obstante, maltrata su cuerpo con episodios de anorexia que pretenden ocultar su feminidad. En contraposición a su yo, su amiga Julia, el personaje central sobre el que gira toda la trama en un mosaico casi abstracto que evita la guionización, es la otra cara de la moneda. También ha tenido trastornos alimenticios y problemas con las drogas, y un estilo de vida casi adictivo a la fiesta y el desmadre.
La vida sigue su curso, sorpresivamente, dando saltos pletóricos que manifiestan una voluntad de imponerse con una tirada de dados. La vida haciéndose. Saliendo y entrando de túneles oscuros y paraísos artificiales. Julia Werup delante de la cámara. Adrenalina en estado puro. Nina Hobert siguiéndola, buscándola y buscándose a sí misma mientras observa a su amiga. El ritmo también fluctúa según el instante. Todo se precipita, y de improviso, se alcanza un instante de paz que reconocemos porque todo se ralentiza y una voz en off consigue tocarnos el corazón. Cuando nos reconocemos como almas errantes, de aventura en aventura, buscándonos, encontrándonos y perdiéndonos. Julia & I es un homenaje a ese otro a través del cual encontrarnos. El yo, tímidamente, en el título de la película, solo sirve de torpe acompañamiento. Necesario en toda terapia. Primero me reconozco en los otros. Después me reafirmo aceptando la oscuridad que me define. Efectivamente, Julia & I no es solo una película, es una terapia que alcanza a todo el que vaya a su encuentro.