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Hablamos con los belgas Laurent Micheli y Mya Bollaers sobre la representación trans y la crítica al privilegio del hombre blanco y heterosexual en su película ‘Lola’
Un año más llega el mes de junio y, de repente, la bandera arcoíris parece estar por todos lados. Por eso, no es de extrañar que películas que aborden temas LGTB aprovechen estas fechas para fijar su estreno. Este es el caso del segundo largometraje de Laurent Micheli, Lola. Aunque la película ya se pudo ver en las salas de Bélgica y Francia en el año 2019, a los cines españoles no ha llegado hasta ahora. Con tal motivo y aprovechando que el director y la actriz principal Mya Bollaers se encuentran por Madrid, nos reunimos con ellos para hablar de la cinta. Aunque Mya prefiere manternerse en un segundo plano, conseguimos sacarle algunas palabras.
(Pedro Navarro) Lola es una película sobre una chica trans, pero, sobre todo, la historia de una relación entre un padre y su hija. ¿Qué te llevó a querer abordar este tema desde esta perspectiva?
(Laurent Micheli) En primer lugar, parte de un deseo propio, personal e íntimo de hablar de la adolescencia. De ese periodo de energía y reivindicación en el que queremos sacudir todo un poco y mover los límites que la sociedad nos impone. La otra motivación es más política, quería contar una historia sobre una chica trans que fuese una heroína, fuerte, poderosa y con energía.
(PN) Me gustó mucho eso del personaje de Lola, el poder que emana…
(L. Micheli) Para mí era importante que estuviese bien consigo misma porque normalmente en este tipo de películas se habla de la identidad trans desde el sufrimiento y el dolor interno del tratamiento psicológico. Lo que buscaba era remarcar que si las personas y las circunstancias que les rodean son favorables, también pueden estar bien y seguir con su vida con normalidad.
(PN) En un determinado momento, hacia el final de la película, Lola le explica a su padre que no va a operarse porque necesite repararse, sino simplemente porque es lo que quiere hacer. ¿Por qué decidiste colocar al personaje en este punto de su transición?
(L. Micheli) Siento que en la ficción los personajes trans siempre están en un momento de que sí, que no, que no se deciden… Así que quería que fuese del revés. Quería contar que es la sociedad quien está continuamente poniendo problemas y fastidiando. Ella lo tiene claro y punto. Buscaba demostrar que el problema no está en la persona sino en todo lo que añadimos desde la sociedad.
(PN) La película hace una clara crítica al hombre blanco heterosexual que no es capaz de ver más allá de sus privilegios. ¿Ha sido problemático tratar este tema?
(L. Micheli) Bueno, es que es la realidad (risas). A ver, la película se estrenó en el año 2019 en Bélgica y Francia y ha estado en muchos festivales. Precisamente allí muchos hombres blancos y heterosexuales han ido a las proyecciones, han visto la película e igualmente han salido de la sala muy emocionados y con lágrimas en los ojos. Es decir, aunque ven esta crítica, conectan con la historia. De cualquier forma, estoy en contra de presentar un discurso sin matices, intento entender sus razonamientos y criterios. Es mucho más complejo que eso. Pero está muy bien que hombres así, como el personaje del padre de Lola, se vean reflejados y se plantee los problemas y las cuestiones que surgen al abordar este tipo de conflictos.
(PN) Por el contrario, a las personas marginadas las presentas como seres bondadosos y comprensivos. La parte del prostíbulo me pareció fascinante, está llena de sororidad. ¿De dónde surgió esta idea?
(Laurent Micheli) Lo cierto es que en las carreteras de Bélgica y sobre todo, en la región de Flandes hay muchos prostíbulos. Así que cuando empecé a investigar y le pregunté a la gente qué podía encontrarme por ahí, todos me decían que había muchos sitios de este tipo. Eso por un lado, por otro, lo que quería mostrar es un estilo distinto de persona dentro de esa minoría. Hay un momento de sororidad y transmisión de la feminidad. Quería presentar una mirada sobre ese entorno que retratase a estas personas llenas de humanidad y solidaridad. Tanto las trabajadoras como los clientes me parecían seres humanos realmente conmovedores y muy emocionantes. Hay una tendencia a presentarlos de una forma casi binaria, una cosa u otra. Siempre les he visto muy maltratados por la ficción y quería descomponer y destrozar esos tópicos. Por ejemplo, el personaje de Lola es una chica trans, pero no tiene los códigos. No entiende de qué va eso. Hay un cliché en torno a lo trans y la prostitución y quería demostrar que no es así. Me parecía divertido hacerlo.
(PN) ¿Hay algo de la cinta que parta de lo personal o de experiencias que hayas vivido?
(L. Micheli) No, es una historia de ficción clásica e inventada que salió de mi cabeza. Pero también he hecho mi parte de trabajo de investigación. He leído mucho, he visto muchos documentales y he hablado con muchas personas sobre el tema de la identidad, la transición y demás. He hablado con padres y me he documentado mucho en este sentido.
(PN) En cuanto a Mya Bollaers, la actriz que interpreta a Lola, ¿cuánto hay de ella en el personaje?
(L. Micheli) El guión de la película estaba prácticamente terminado cuando Mya llegó al proyecto. Tanto ella como Bennoît (Magimel), el actor que hace de su padre, aportaron lo poco que pudieron, como cualquier otro actor con cualquier otro guión. Es decir, encuentras un guión, ves el personaje que vas a hacer y lo poco que puedas añadir, lo añades.
(PN) Por cierto, ¿cuál es tu relación con la comunidad trans?
(L. Micheli) Pues… No lo sé. Yo vengo de la comunidad LGBT y queer. Digamos que soy un aliado.
(PN) ¿Qué opinas de la representación de los colectivos queer y trans en el audiovisual?
(Laurent Micheli) La verdad es que tengo la sensación de que desde hace cinco años las cosas han cambiado mucho, vamos avanzando en el buen sentido. Es decir, se están escribiendo personajes que son más complejos y realistas, que no se reducen simplemente al tema de la sexualidad. Hay una generación de cineastas que está haciendo un retrato más amplio del colectivo. Y no solo en el cine, creo que en la series está ocurriendo lo mismo. Un ejemplo es el caso de Pose, en el que el reparto está compuesto por personas trans y racializadas.
(Mya Bollaers) Sí, otro ejemplo sería la serie Ginny y Georgia en la que las protagonistas son lesbianas, pero la historia no se reduce a eso, su sexualidad no es lo relevante.
(Laurent Micheli) Para mí hay una combinación de dos factores importantes. Por un lado, las personas LGBT se ven cada vez más en series generalistas. Y, por su parte, el colectivo queer va apareciendo poco a poco y cada vez más en espacios que no se limitan solo a su nicho. La combinación de estas dos cosas aporta mucho en favor de la representación de este tipo de personas.