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Ainhoa Rodríguez inaugura la sexta edición de Filmadrid con ‘Destello bravío’, un retrato de la tradición católica y el realismo mágico del rural extremeño
Tiendo a prestar especial atención a cómo comienzan las películas. La primera imagen que vemos, la primera frase que oímos o el primer personaje en aparecer en pantalla revelan muchísimo de una obra. Son una declaración de intenciones. Destello bravío, la ópera prima de Ainhoa Rodríguez, arranca con un plano general de un amanecer. En él recoge un lago, con unas montañas al fondo y un cacho de tierra delante en el que se aprecian dos mujeres. Pero lo que más me interesa es lo primero que dicen: “¡viva la madre que las parió!”. Me gusta pensar que la realizadora colocó ahí esa exclamación como un homenaje a los cuerpos femeninos que habitan la cinta. Yo, por mi parte, quería que estuviese aquí, al principio de este texto, no solo por ellas, sino también para encomiar a la directora.
Si hay algo que destaca muy notablemente en Destello bravío son las interpretaciones de un reparto compuesto por actrices no profesionales o, como prefiere llamarlas Rodríguez, naturales. Digo actrices porque, si bien aparecen hombres, el foco está puesto en ellas. Mujeres que son, en su mayoría, de avanzada edad y procedentes del rural. La cinta se grabó con vecinas de la zona en Tierra de Barros, Badajoz. A través de sus vivencias la directora articula el retrato de una comunidad con unas formas de vida y tradiciones amenazadas con la desaparición. De este riesgo a la extinción es de donde proviene el título de la obra. Hay en ella un personaje, Isa, que deja mensajes en una grabadora por miedo a desaparecer o perder la memoria. “Va a pasar un destello bravo, bravío, y todo va a cambiar”, predice en uno de ellos.
La película de Ainhoa Rodríguez fue la encargada de inaugurar ayer la sexta edición de Filmadrid. En el coloquio posterior a la proyección, la directora, al ser preguntada por el título, habló también del contraste que generan para ella estas dos palabras. Es cierto que los dos términos chocan, como chocan varios conceptos a lo largo de la cinta, que se mueve entre lo castizo y lo pop. Además, en ella conviven, sin pelearse ni excluirse, la tradición católica y la fantasía del realismo mágico. En estas oposiciones juega un papel fundamental la música, que va de la jota extremeña y el pasodoble a la psicodelia. Un diseño sonoro que termina por envolver la obra en un halo de suspense. Por algunos de estos elementos recuerda inevitablemente a títulos del Novo Cinema Galego, como Longa noite de Eloy Enciso.