Pedro Navarro
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Con motivo del estreno de ‘Sweat’ nos encontramos con su director, el sueco Magnus von Horn, y con la actriz principal, Magdalena Koleśnik, en su paso por Madrid

Magnus von Horn | Sweat | StyleFeelFree
Imagen de la película Sweat | StyleFeelFree

“¿Cuál es el sentido de la vida si no puedes compartirla?”, se pregunta Sylwia, la protagonista de Sweat, el segundo largometraje del sueco Magnus von Horn. El director y la actriz, Magdalena Koleśnik, se encuentran esta semana en Madrid promocionando la cinta, que se estrena este viernes. Aunque la película aborda un tema de apariencia fatua y banal, las redes sociales y los influencers, consigue ir mucho más allá de la pose. En ella, Sylwia es una monitora de fitness con casi 600.000 seguidores en Instagram, una audiencia que eleva su estatus hasta el de celebridad. Pero detrás de las sonrisas impostadas en las fotos con los fans, algo nos revela que no es feliz. Ella misma lo confiesa en uno de sus vídeos, se siente sola, le gustaría tener una pareja, alguien con quien compartir una conexión íntima.

“Como podrás notar no estoy muy interesado en el fitness”, bromea el sueco refiriéndose a su forma física. Lo que le atrajo del mundo de las redes sociales fue la honestidad con la que los influencers comparten su vida. La misma con la que Sylwia es capaz de hablar de su soledad. “Encontré una serie de posts que eran muy emotivos y que me parecieron mucho más potentes que algunas de las historias que se cuentan en el cine o la literatura. De alguna forma quería capturar ese sentimiento”, explica. Sin embargo, von Horn apenas es activo en redes, “las consumo mucho, pero no publico nada”. Por su parte, Koleśnik confiesa que antes de unirse al proyecto ni siquiera tenía Instagram: “me lo abrí para preparar el papel”. Actualmente tampoco lo usa mucho, no cree que sea la plataforma adecuada para ella.

De primeras, Sweat es una película dramática. Pero, según pasamos de los tonos rosas de la equipación deportiva de Sylwia al gris de su apartamento, el género evoluciona. Aparecen entonces toques de thriller psicológico que recuerdan a Perfect Blue, de Satoshi Kon. El encargado de introducir esta tensión es un fan de la influencer que la observa desde su coche. Un personaje que, según ha reconocido el director, está inspirado en el acosador de Björk, Ricardo López. Para los menos familiarizados con este hombre, López era un admirador de la cantante islandesa que se obsesionó con ella. Su fijación le llevó a tratar de asesinarla enviándole una bomba a su domicilio.

“Lo descubrí mucho antes de que comenzase a trabajar en Sweat. Me vi todas sus cintas, había algo en él que me fascinaba”, explica von Horn. Estas cintas de las que habla son una serie de vídeos diarios que grabó López durante ocho meses y que terminan con su suicidio filmado ante la cámara. “Por un lado, me aterrorizaba, pero también me conmovía. En su locura había momentos muy personales e íntimos. Me inspiró a pensar en el acosador como una figura en la sombra que tiene la misma necesidad de comunicarse”, añade.

De la mano de este acosador llega a la película una de las secuencias más inquietantes. Se trata de un par de escenas cargadas de violencia física y sexual. En ellas, el realizador sueco decide mantener el punto de vista de la protagonista, “la perspectiva de Sylwia es lo más importante, sentir lo que siente”. Así, filma una paliza desde la distancia, con una ventana de por medio que repele el ruido. Pero este es solo el principio. En los siguiente minutos, von Horn demuestra maestría al conseguir incomodar a la audiencia de una forma similar a como lo hacía Gaspar Noé en Irreversible.

Sin embargo, quienes han influenciado de forma más evidente al sueco son sus compañeros nórdicos de Dogma 95. El impresionante trabajo de cámara y montaje recuerda inevitablemente a cintas como Celebración, de Thomas Vinterberg. “Quería que la cámara fuese como un perro labrador, conectado a las emociones de su dueño, que en este caso es la protagonista”, explica el director. Pero, además de por la vinculación emocional con el personaje, von Horn también señala a las necesidades de producción como algo determinante a la hora de grabar así. “Apenas tuvimos 21 días de rodaje y no conseguimos tanto presupuesto como nos habría gustado”, reconoce. Es por eso que decidieron “trabajar de una forma muy adaptable, como si fuese un documental y hacer que eso fuese nuestra fortaleza. No quería que estuviésemos limitados por nuestros límites, sino que justamente estos nos liberasen”.
 

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