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Con elementos propios de la fábula, Majid Majidi incorpora en ‘Hijos del sol’, un toque de frescura que convierte su décima película en el más sencillo y conmovedor cine clásico
Con diez películas al hombro, uno no puede esperar menos de Hijos del Sol. Esta vez, Majid Majidi nos pone en la piel de Alí, un niño de doce años que vive buscándose los cuartos por las calles de Irán. Con un padre adicto, una madre ingresada en un sanatorio, y los pocos recursos a los que una persona de su edad puede acceder, el protagonista es un personaje construido de forma muy especial. Su arquitectura fuerte y sensible ayuda a narrar una bella historia sin caer en el dramatismo o en las exageraciones. Los recursos empleados tanto en él, como en el resto del filme funcionan a la perfección. Buenos tiempos, buenos giros, personajes secundarios con objetivos y desuniones claras. Este es un cine complejo en su sencillez, completamente adecuado y digno de elogio.
Hijos del Sol es de esas películas que en principio pueden parecer fáciles y muy básicas. Su trama limpia y ajena de contenido no necesario, ayuda a creer al espectador que lo que está observando no posee complejidad o diseño. Sin embargo, el verdadero argumento para esta película sería admitir que estamos visionando el trabajo de un director muy experimentado. Un director también, mitad guionista mitad novelista, que nos introduce en su historia de características épicas de forma muy versátil, y casi sin captarlo. Un joven perdido en la vida, un mentor, un enemigo aparente, un tesoro… Todos ellos son elementos que se presentan en los primeros quince minutos y prometen el inicio de un cuento muy perfilado. La historia de un niño en busca de un tesoro ¿No es eso una fábula? No es solo eso, y de ahí su complejidad.
En las primeras imágenes vemos el robo de un Toyota y un Porsche. Ese es el tono con el que Majidi nos introduce a Alí y a sus amigos. Delincuencia y ambición, aunque amistad por encima del dinero, ya que en una mala jugada nuestro protagonista consigue salvar a uno de sus amigos para escapar. Esta puede parecer una escena obvia, pero es muy sugerente porque en el final no vemos eso. Vemos a un Alí solo, sin amigos ni familia. Alguien privado de sus seres queridos por desear demasiado fuerte sus necesidades. De eso va la película. De los temas del cine social pero alimentados con la narrativa de las fábulas más visuales, repletas de destreza y minimalismo. Y de tristeza por encima de cualquier elemento. Que nadie olvide que todo lo que no es tradición es plagio. Y Majidi ha creado tradición y cine clásico en estado puro.