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En la película ‘Yalda, la noche del perdón’, de Massoud Bakhshi, la televisión iraní nos enseña que para perdonar, primero hay que saber pedir perdón
Dos mujeres, una cultura ajena, y una ley que condena a pena de muerte los crímenes, con opción a que uno de los ofendidos perdone. Éstas son las premisas de las que parte Yalda, la noche del perdón. Además, tiene un pequeño aliciente muy irónico y característico. Y es que todo el drama se desarrolla en un programa de televisión, en directo, como en un thriller de palabras. La protagonista es acusada de asesinar a su marido. Y la hija del marido debe perdonar. Entre anuncios, canciones y diferentes promociones televisivas, las emociones salen a flote. Esto es lo maravilloso. Aunque al presentador y a los regidores les de igual y se dediquen a buscar su propia audiencia, dentro hay una lucha de argumentos que envuelven una realidad social, con mucho más.
En la línea de Network de Sydney Lumet, o Quick Show de Robert Redford, tenemos Yalda, la noche del perdón. Sin centrar tanto su atención en los vaivenes del mundo televisivo, Yalda nos ofrece una visión analítica de la ley islámica, y ahonda en las raíces de los problemas sociales de Irán. En unos noventa minutos muy bien rodados, la película deja expuesto su tema principal. Es sutil en su método. Utilizando dos prismas diferentes que dan mucho de qué hablar, no se centra exclusivamente en ellos. Habla de lo de siempre, pero de forma diferente. La frivolidad de la televisión, la presencia de la figura materna y la situación opresora de la mujer bajo la ley islámica no son el objetivo de Massoud Bakhshi como muchos podrían llegar a pensar. Estos tres argumentos universales tan potentes solo son el telón de fondo.
La película tiene un tema claro, y que haya un presentador en el medio para maniobrarlo de manera tan fría lo corrobora. Con Maryam y Mona en el punto de mira, el director y guionista intenta mostrar algo al mundo. Las protagonistas exponen el enfrentamiento entre la clase social baja y alta del país. Mona, con su empresa y sus rasgos finos y afilados. Maryam, con su inocencia y sus ojeras de tristeza. Son ambas personalidades los argumentos que emplean los pobres frente a los ricos y viceversa, solo para hacer comprender el uno al otro que son lo que son, y que no es culpa de nadie serlo. Maryam le dice a Mona que lo siente, pero que actuó así porque no tenía otra opción, solo miedo. Mona le recrimina que le dio todo, y que nunca fue capaz de ponerse en su lugar.
Yalda recuerda un poco a las situaciones sociales que todo país sufre cuando se divide. El director de cine Rodrigo Sorogoyen dijo hace poco en una entrevista: ‘El problema en España es que hay dos Españas. Una que no sabe perdonar, y otra que no sabe pedir perdón.’. Y eso mismo es Yalda, pero con las clases sociales iranís. Aunque el director y guionista le da la responsabilidad al rico, y eso es curioso ¿cuál de las protagonistas te atreverías a pensar que tiene razón? Ninguna. Lo que importa es perdonar. Pero para perdonar, primero hay que saber pedir perdón. De eso va la cosa.