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Claus Drexel, en ‘Bajo las estrellas de París’, convierte a una vagabunda en heroína y deja un mensaje de esperanza en la sociedad
En el cine contemporáneo los intercambios entre documental y ficción se han vuelto cosa frecuente. Por eso, no es de extrañar que tras estrenar Al borde del mundo Claus Drexel comenzase a plantearse cómo abordar la misma temática social desde la ficción. Entonces sonó su teléfono. La actriz Catherine Frot había quedado tan conmovida por su trabajo que quería felicitarle y, de paso, pedirle permiso para usar algunos de los testimonios de la cinta en una obra teatral. Nace Bajo las estrellas de París. Pero, mientras el documental se acercaba a la realidad de las personas sin techo mediante un relato coral, la ficción parte de una experiencia concreta. Crea así a su protagonista, Christine, desde uno de los personajes del documental, la misma Christine.
La cinta cuenta la historia de una mujer sin hogar (Catherine Frot) que se ve obligada a ayudar a un niño burkinés que ha perdido a su madre. Como añadido, el chaval, al que encarna el debutante Mahamadou Yaffa, no habla francés. En lo argumental, la unicidad de Bajo las estrellas de París está en la forma en que aborda la marginalidad. No lo hace a través de las causas, sino desde sus consecuencias. En este sentido, a Christine su situación la ha convertido en una misántropa, una mujer solitaria y huraña. Por su parte, el motor de Suli, el niño, es la posibilidad de que deporten a su madre. Eso sí, el largometraje incluye una imprescindible línea en la que se nos recuerda que su realidad es consecuencia de las guerras y conflictos generados por el colonialismo.
En los tiempos de polarización política y desigualdad social en que vivimos, Bajo las estrellas de París cuenta una historia cuanto menos necesaria. Aunque bien es cierto que se trata de una película clásica en la forma y pequeña en lo argumental, tampoco se pretende otra cosa. Claus Drexel presenta una cinta de ritmo lento, pero con el suficiente dinamismo. Una propuesta que desde la simpleza consigue emocionar.