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Con todos los elementos sobre la mesa que conforman la cultura popular, ‘Palm Springs’ agasaja al espectador y le da todo lo que ahora necesita, un poco de humor para escapar de una cotidianidad recurrente
En tiempos pandémicos, tenemos la sensación de estar atrapados en el tiempo. La restricción de movimientos y de acción ha bloqueado nuestro poder de decisión. Por esa razón, aunque la idea original de Palm Springs, que ahora se estrena en España con motivo del Americana Film Festival, esté ciertamente trillada, conectamos rápidamente con su trasfondo. Aun cuando es inevitable acordarse de Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis. O más recientemente, de El increíble finde menguate, de Jon Mikel Caballero, que al menos, introdujo nuevos conceptos a la noción de Ramis. No obstante, la película de Max Barbakow resulta revitalizante. Para empezar, porque activa engranajes del presente que permiten la identificación inmediata. Los protagonistas se han quedado suspendidos en un tiempo presente que se repite una y otra vez. Vamos, que están confinados. El mismo día, vuelve a sucederse en bucle, con distintas variaciones que activan los personajes.
La historia gira en torno a una fecha señalada. Concretamente, el de la boda de la hermana de uno de los personajes centrales interpretado con convicción por Cristin Milioti. Su pareja de aventuras es Andy Samberg que introduce la película con una escena hilarante que sirve de gancho para atrapar a la audiencia. Cuando creíamos que la comedia ya había llegado a su máximo, que era una forma de sacudir al espectador desde el inicio, Barbakow sube la apuesta. Y consigue su objetivo. La carcajada está asegurada. Incluso, sabiendo que nos ha forzado a ello, o que necesitábamos un poco de humor surrealista para desconectar de nuestra realidad inmediata. Los primeros veinte minutos, efectivamente, son delirantes. Porque no sabemos, todavía, el devenir de los hechos o qué tipo de relación mantienen los protagonistas.
Una vez situado el argumento, enroscados también en un bucle que parece no tener retorno, el relato baja la intensidad. Sin embargo, consigue mantener el ritmo con golpes de guion que ensalzan la faceta cómica de unos Andy Samberg y Cristin Milioti brillantes. Juntos, forman aquí un dúo arrollador que arranca más de una risa. Por eso, apenas somos capaces de advertir que Palm Springs, en realidad, es un producto de consumo. Para ello, da al espectador todo lo que necesita, lo divierte y agasaja con todos los elementos que conforman la cultura popular. Sexo o alusiones al sexo, drogas, bailes estrambóticos, alcohol, sketches humorísticos… Píldoras que conforman una actualidad moldeada para hacernos olvidar que somos una mercancía más de marketing. Y para finalizar, la receta americana del romance feliz. Pero lo hemos pasado tan bien, que nos da igual. Es todo lo que queremos en estos momentos.