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Próximamente se estrena la película póstuma de Zaza Urushadze, ‘Anton, su amigo y la Revolución Rusa’. Con tal motivo, hablamos con Dale Eisner, guionista y autor de la novela original, para que nos revele las claves del guion
Tras la prematura muerte de Zaza Urushadze el pasado año, la película Anton, su amigo y la Revolución Rusa se presenta como un indescifrable enigma. El director parece haber buscado una fábula similar a Mandarinas (2013), pero las caracterizaciones ofrecen un maniqueísmo que se aleja de su anterior trabajo. Hemos podido entrevistar al guionista y autor de la novela sobre la que se basa el filme, Dale Eisner, para esclarecer el asunto.
El relato gira en torno a la amistad de dos niños durante un periodo de la Historia de Rusia lleno de divisiones políticas, religiosas y étnicas. Adaptar la novela, que ya era una ficción histórica, supuso “muchos desafíos” según explica Eisner. Esto implicaba “que parte de la historia no se podía trasladar a la película” argumenta. Hubo un gran esfuerzo por conseguir que “la historia se condensase, con menos personajes y diálogos que reflejasen el argumento” asegura. Pese a ello, y como sucede en muchas ocasiones, la adaptación acumula un gran número de acontecimientos importantes heredados del formato literario.
En este sentido, la trabajada relación de amistad infantil es la más significativa, suponiendo “un escudo contra los horrores del mundo adulto que los rodea” afirma Dale Eisner. Horrores que según matiza provienen del “contraste entre el mundo de los niños y la violencia de la revolución”. Así, los personajes adultos son mezquinos, imprudentes y carentes de cualquier tipo de humanidad. Por el contrario, los niños tienen una visión pura y son capaces de establecer lazos por encima de las ideologías. “La amistad infantil puede superar las diferencias que pueden surgir de distintas religiones, o de aquellos sin religión alguna”. En consecuencia, creer en Dios o incluso gozar de su favor, parece ser un factor determinante para distinguir entre los buenos y malos. De modo que, la evidente contraposición entre el mundo adulto y los niños se hace también notable entre los creyentes y los ateos.
La película parece formularse de esta manera como un juego de contrarios claramente enfrentados. Esto afecta también al elenco femenino, sostenido por la figura materna, Christina, y la empoderada capitana bolchevique, Dora. “Christina y Dora demuestran la fuerza e influencia de las mujeres, desde diferentes perspectivas, ayudando a demostrar las diferentes prioridades, perspectivas y valores de la mujer” declara el guionista. Sirviendo de alegoría ejemplar, reproducen el conflicto a través de dos modelos simbólicos muy opuestos, la paz y la guerra. Una visión razonable que, hay que recordar, proviene del universo infantil de Anton, su amigo y la Revolución Rusa.