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La sección Big Screen abre con ‘Aristocrats’ de Yukiko Sode, un análisis algo descafeinado sobre la felicidad preasignada, o no, de la mujer japonesa presente
En Japón, una de las sociedades más avanzadas del mundo, la mujer sigue sufriendo los opresivos constructos de clase y la consecuente infelicidad. O eso es al menos lo que la película Aristrocrats de Yukiko Sode, situada en la sección Big Screen, busca transmitir. Basada en la novela It’s Boring Here, Pick Me Up, el título hace referencia a un nuevo tipo de nobleza, los burgueses extremadamente ricos que se aglutinan en los mejores barrios de Tokio para disfrutar de meriendas desorbitadas y planear matrimonios de conveniencia. Una de esas parejas pre-asignadas la conforman Hanako, una veinteañera empujada hasta el altar, y Koichiro, un adinerado de buena familia. Y entre medias aparecerá Miki, una pueblerina con el suficiente sentido de libertad y cultura del esfuerzo, como para labrarse un futuro en solitario. Estas dos mujeres que una vez compartieron hombre, son el mecanismo comparativo que enfrenta o confluye los modelos actuales de feminidad contemporánea.
Diferenciados por el vestuario o las costumbres, los out-crowds se disfrazan de una pomposidad acartonada repleta de incómodos quimonos y ceremonias del té. Por el contrario, los más humildes in-crowds se distinguen por sus modales informales y sus risas desvergonzadas. Dos universos que, a pesar de convivir en la misma ciudad, están separados por un abismo. Puede que sean precisamente los escenarios de Tokio el elemento clave que identifique esta doble personalidad. Hanako y Koichiro habitan edificios de cristal, aparentemente transparentes y luminosos pero en cuyo interior la falta de aire fresco ahoga los gélidos ambientes. Miki, que transita en ocasiones las modernas arquitecturas, vive en realidad en una estrecha casa rodeada por el calor humano. Mientras una viaja en taxis, la otra recorre las calles en bicicleta. Mientras una se deprime atrapada en un sueño preestablecido, la otra disfruta de la autonomía del trabajo propio.
Aristocrats, articulada en cuatro capítulos y múltiples saltos temporales, permite acompañar la vida de ambas protagonistas sin adentrarse demasiado en sus intimidades. Aunque las secuencias se conformen de varios personajes, la cineasta no abandona a Hanako ni a Miki, incluyendo o bien efectos sonoros de escucha o bien planos generales y externos a la escena, con el fin de otorgar un carácter subjetivo a los acontecimientos. Así, el punto de vista se consolida indiferentemente de la repetitiva e insustancial planificación. Parece ser que el peso del guion, las interpretaciones y los decorados son los ejes sobre los que se representa esta radiografía, a ratos moral, a ratos anodina, de la muy extrapolable sociedad nipona. Un acercamiento realizado con las imágenes urbanas que posiblemente merezca la misma atención que el realizado con las palabras.