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Crónica del día 3 del Festival Cine por Mujeres 2020, de la sección oficial a competición, narrado in situ desde la sala de proyecciones del Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes
Imagen de la película The Orphanage de Shahrbanoo Sadat | StyleFeelFree
En la jornada más breve hasta el momento, el tercer día del Festival de Cine por Mujeres 2020 estuvo marcado por dos historias tan crudas como conmovedoras. Las directoras de sendos filmes demuestran con estos relatos que existe otra manera de relatar el dolor.
Al igual que en varias de las películas hasta ahora proyectadas dentro de la sección competitiva del festival, la adolescencia vuelve a ser uno de los temas nucleares en The Orphanage, el largometraje de Shahrbanoo Sadat que dio comienzo a la tarde del sábado. En esta producción afgano-danesa, la directora hace un viaje en el tiempo y en el espacio a los últimos años de la antigua República Democrática de Afganistán, que colapsó en 1992 cuando los talibanes muyahidines, apoyados y armados por EEUU para acabar con el gobierno prosoviético, tomaron la ciudad de Kabul y fundaron el Estado Islámico de Afganistán.
Sadat demuestra ser consciente de que el horror de una guerra contemplado a través de los ojos de un niño es una premisa explotada hasta la saciedad en el cine de los últimos cincuenta años. Sin embargo, plantea un encuadre original y profundamente humanista al centrarse en lo particular —en este caso las vivencias del joven y soñador Qodrat y sus compañeros de orfanato— frente a lo general del conflicto político, pero sin restarle la importancia que merece. Contra todo pronóstico, las irrupciones a lo largo del metraje de segmentos fantásticos en tono bollywoodiense funcionan de manera excelente y cubren el filme de un manto de originalidad que sedujo al público del Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes.
El día 3 del Festival de Cine por Mujeres terminó con la proyección de Sin señas particulares, una obra con la que la mexicana Fernanda Valadez da paso a un relato sobre el dolor y la desesperación que personifica Magdalena, una madre en busca de su hijo desaparecido en su intento por cruzar la frontera con Estados Unidos, pero que en esencia es el mismo que el de todas las personas con las que se cruza en su viaje. En la dificultad que supone la tarea de retratar tal angustia, la cinta a menudo se pierde al tratar de englobar algo tan grande y conectar la historia central con las paralelas, pero a pesar de todo, alcanza la grandeza en numerosas ocasiones. Con un ritmo pausado y paciente, Valadez firma una obra solemne que se aleja de la espectacularidad tan habitual en las películas sobre desapariciones.