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Inspirada en una historia real, ‘Adam’, el debut en la dirección de Maryam Touzani, es una película dispuesta a derribar todos los muros, para ser proclama de un feminismo cinematográfico que llega de Oriente Medio
Imagen de Adam | StyleFeelFree
A Maryam Touzani, que ahora debuta en la dirección con Adam, la conocemos por ser el rostro herido de Razzia, película que protagonizó y co-escribió junto a su marido Nabil Ayouch que dirigía la cinta. En aquella ocasión ya apreciamos un contenido feminista en la escritura de un relato extraordinariamente hilado, y en el que su percepción fue determinante, al menos, en la construcción de unos personajes femeninos arrolladores. Con Adam, filme que la sitúa detrás de la cámara, retoma algunos temas de Razzia pero tiene ocasión de explorarlos abiertamente, condensando una historia que se centra en la transformación que dos mujeres experimentan al compartir su existencia, por circunstancias inusuales.
Samia, interpretada con gran convicción por Nisrin Erradi, acaba por llamar a la puerta de Abla —la actriz de Incendios de Denis Villeneuve—. Su desesperación ha llegado al límite. Se ha visto obligada a marcharse de su pueblo natal, al encontrarse embarazada y abandonada a su suerte. Acaba deambulando por una ciudad que no conoce, indefensa ante un estado de gestación avanzado y sin medios para sobrevivir. A pesar de ello, la dureza de Abla, una mujer que ha quedado viuda y que tiene que trabajar duramente en un negocio que regenta, no repara en contemplaciones. Su rostro es un rostro forjado por unas pautas sociales que le han dejado una huella profunda. Sin embargo, acabará cediendo y dejándole entrar en un espacio privado que tendrá que ganarse. En realidad, entre ambas mujeres, hay una conexión mucho más profunda de la que cabría esperar a primera vista.
Adam no es solo una película que retrata la injusticia social a la que se ven sometidas las mujeres en Marruecos, aún en los tiempos actuales. Es sobre todo un filme que habla de muros exteriores y muros interiores. Y de cómo estos se pueden derribar en las relaciones interpersonales. Si bien a veces hay cierta candidez en la mirada de Touzani, también hay que reconocerle la formidable labor que realiza en la construcción de una fraternidad femenina que se construye, se crece y finalmente, transforma.
Por otra parte, en el cine de Maryam Touzani, ya se perfila un gran compromiso con la mujer, dispuesto como está a derribar esos mismos muros que aquí tienen sus protagonistas. Estamos ante el alumbramiento de una cinematografía que en Oriente Medio pretende ser guía y referente del malestar femenino. Por poner un ejemplo, La candidata perfecta o Bar Bahar, están en la misma línea que Adam. Son cintas que buscan ser parte de la revolución de las mujeres, en países en los que a una parte importante de la población todavía le queda un largo camino por recorrer, hasta alcanzar la igualdad.