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Con su exquisita sensibilidad Christophe Honoré en ‘Habitación 212’ logra equilibrar las fuerzas y revisa las crisis matrimoniales cambiando los modelos
En Habitación 212 es ella la que se va de casa después de una discusión con su marido, causada por que casualmente él descubre que le es infiel. María, la vivaz protagonista, interpretada por Chiara Mastroianni, no considera que echar una canita al aire sea un problema. En cambio, para Richard, el abatido marido, todo se desmorona. Ella es el reflejo de una actitud muy francesa, cinematográficamente hablando, que protege el libertinaje amoroso, y que se ha convertido en marca de la casa. París, la ciudad del amor, donde toda licencia erótico-festiva está permitida. Pero aquí se tornan los papeles. Si en La felicidad, de Agnès Varda, el infiel feliz e inconsciente es el marido que no repara en el dolor que puede causarle a su pareja oficial si esta se entera de sus devaneos, aquí la despreocupada es una mujer a la caza de jovencitos con quienes divertirse un poco.
La Habitación 212 está llena de sorpresas y Chiara Mastroianni se descubre como una fille terrible que abusa de su poder reinvirtiendo los papeles de género a los que estábamos acostumbrados. Con una puesta en escena sencilla pero muy atractiva con sus luces de neón, la cinta es una entretenida y disparatada comedia en la que lo fabuloso se cuela en una habitación de hotel. Allí su protagonista tendrá que rendir cuentas de sus actos, si quiere salvar su matrimonio. Todo pasa por un duelo entre la moral y la lujuria que juegan un partido de ajedrez, buscando enfrentar al espectador a sus propios valores, en un tiempo en que se está empezando a cuestionar la soberbia y el abuso de poder masculino. ¿Si reinvertimos los roles, qué nos encontramos?
Interesante experimento el que nos propone Christophe Honoré. Su estrategia argumentativa es una patada a los estereotipos y las ideas preconcebidas en relación a los géneros, sustentadas por un sistema social en el que las jerarquías siguen desajustadas. De ahí que cabe pensar que algunos espectadores no conecten con una propuesta de guion que, le pese a quien le pese, avanza rápido con una ligereza descriptivamente inusual. Con su exquisita sensibilidad el realizador de la adorable La belle personne logra equilibrar las fuerzas y revisa las crisis matrimoniales cambiando los modelos y haciéndonos pasar un rato agradable en estos extraños días.