La ceniza es el blanco más puro | Jia Zhangke revisionado 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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En ‘La ceniza es el blanco más puro’ Jia Zhangke no despierta el mismo entusiasmo que generó con algunas de sus más notables películas, sin embargo, sigue siendo fiel a un compromiso con la cinematografía que indaga en los recovecos sociales de la China contemporánea

Prácticamente se puede hacer un paralelismo entre la evolución de la filmografía de Jia Zhangke y la evolución que recoge en su última película de ficción, La ceniza es el blanco más puro, en la que vuelve a confiar en su compañera sentimental Zhao Tao, para el papel principal. El Zhangke que ya se percibía en Más allá de las montañas es más grandioso de lo que era en sus inicios, con todos los riesgos que ello implica. Tipifica sus propios recursos, los explota y sabe perfectamente hasta donde puede llevar a su actriz predilecta, su cómplice en el viaje por una China que analiza, sin temor de entrar en sus dialécticas y posicionándose como un gran observador de los cambios sociales y económicos por los que está atravesando el gigante asiático desde que comenzase el siglo XXI.

Si bien es cierto que el cineasta chino sigue estando centrado en las dinámicas sociales, también se descubre en La ceniza es el blanco más puro cómo la frescura inicial de su cinematografía va perdiendo un poco de intensidad. Sin embargo, tiene una carrera tan sólida, construida paso a paso, conquistando los festivales de cine internacionales paulatinamente [de Berlín a Venecia, hasta aterrizar en Cannes con la extraordinaria Un toque de violencia en 2013] que es inevitable que a estas alturas su nombre sea demasiado seductor como para ponerle reparos.

El cine chino es por otra parte, uno de los más interesantes del siglo XXI y mientras los cineastas más jóvenes, siguiendo ineludiblemente los sorprendentes movimientos que ha ido realizando Jia Zhangke, están creando imponentes piezas llenas de savia nueva como An Elephant Sitting Still de Hu Bo o The Great Buddha+ del taiwanés Huang Hsin-Yao, entre las producciones más recientes, otros creadores con una trayectoria más fecunda están en otro estadio, sentando las bases para acercarse a un público más amplio, con una síntesis que tiende a destacar lo más fastuoso de sus modos de hacer. El caso de Zhang Yimou que recientemente estrenó Sombra, es probablemente de los más llamativos.

Jia Zhangke está, no obstante, en el otro polo que Zhang Yimou y su itinerario sigue estando anclado a una realidad que explora, dibujando sinuosos caminos que entran y salen de los modos productivos al paisaje más humano, que indaga en lo afectivo ligado a un enclave. Si bien, aquí se sirve de los géneros para captar la atención en una película que atraviesa todo el siglo XXI chino para poner de manifiesto las tensiones de una sociedad compleja que se enfrenta a un presente y futuro cada vez más demoledor. Muy visible en este retrato que busca el destello de la acción que irriga con música, color y estallidos emocionales que recaen en lo intimista, únicamente, en momentos puntuales.

Cada decisión de La ceniza es el blanco más puro es meticulosa, basándose en los aciertos de sus predecesoras películas, llevándolos casi al límite. Así ocurre con el personaje femenino principal en el que se advierte cierta desnaturalización en la mímesis de las más fastuosas representaciones anteriores, diseñadas para Zhao Tao, en quien recae todo el protagonismo. El relato de amor-pasión y renuncia que escenifica sirve, de todas formas, para desvelar las mismas rupturas por las que está pasando la sociedad china y en este sentido sí se revela imprescindible como alegato historicista en la China contemporánea. Asimismo, hay que reconocer la gran transformación que sufre en un papel que evoluciona muy rápidamente y que se enfrenta, nuevamente, a ese paralelismo con el entorno que pisa.
 

Tráiler de La ceniza es el blanco más puro | StyleFeelFree Youtube