La carga | Desafectación evocativa 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Espléndido debut del serbio Ognjen Glavonić con ‘La carga’, una película que con un relato desafectado que se vuelca en lo atmosférico, entra en el corazón de la guerra de Kosovo

Aunque la guerra está presente en la atmósfera que atraviesa también a los personajes, en La carga, ambientada en el año 1999, cuando la OTAN entró de lleno en el conflicto de Kosovo, a penas hay señales de su impronta. Primer largometraje del serbio Ognjen Glavonić la película evita la acción y al mismo tiempo rehúye la afectación emocional que podría desencadenarse de una película tan subjetiva, que bucea en el interior de sus personajes para sonsacarles las respuestas que permanecen ocultas. En esta decisión de evitar cualquier signo de emotividad, podríamos pensar que pudiera haber cierto paralelismo con el cine de László Nemes que retrató el escenario de Auschwitz en su aclamada El hijo de Saúl. Sin embargo, a diferencia del húngaro, en Glavonić esta desafectación no impide que se utilice como un salvoconducto al interior de un relato lleno de dolor, que busca poner de relieve la cara b de la guerra, para dibujar el rostro a los que se vieron atrapados en ella.

El protagonista, Vlada, interpretado por un excepcional Leon Lučev, es un hombre de mediana edad que se ve obligado a conducir un viejo camión y echarse a la carretera, en medio de un conflicto bélico intrincado, para conseguir algo de dinero que mantenga a flote a su familia. No hace preguntas. Sigue las órdenes de llevar un cargamento de Kosovo a Belgrado. Su rostro lleno de amargura y resignación es la clave. Los primeros planos dentro del camión, las tomas desde la espalda, la claustrofobia de la cabina, son decisiones que escriben en los márgenes del relato, todo lo que necesitamos saber. El resto, las historias que ocurren cuando se baja del camión y que dan un ritmo excepcional a la película, son una forma de pasar de lo personal a lo social, de dar enfoque a lo que se quiere contar entrando en las coyunturas que buscan explicar los contextos intrínsecos. Para ello, la cámara se centra en el retrato. Instantáneas que enfocan a los personajes atrapados en un lugar transformado, que les resulta extraño, y al mismo tiempo, natural.

Con una paleta de tonos ocres y grises, en un paraje inhóspito con coches para el desguace que siguen circulando por carreteras poco transitables, La carga es una cinta que reescribe las películas bélicas centrándose en lo humano, sin trucos emocionales y entrando en una espiral generacional que busca contestar las preguntas que nunca se formularon, por lo que todo queda abierto, en un suspense evocador. El nihilismo que desprende y que intenta superar, la sutilidad de cada decisión estética y la brillantez de un guion que no quiere saturar al espectador con ruido, la sitúan como una de las películas más inteligentemente construidas de lo que llevamos de año.
 

Tráiler de La carga | StyleFeelFree Youtube