Van Gogh, a las puertas de la eternidad | Gestos interrumpidos 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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El brillo que capta los detalles de ‘Van Gogh, a las puertas de la eternidad’ se pierde en cuanto Julian Schnabel se desvía del proceso creativo del artista

Es sorprendente el cambio de registro de Julian Schnabel en Van Gogh, a las puertas de la eternidad. Acompañado en la escritura del guion por Jean-Claude Carrièrre, el que fuera colaborador de Luis Buñuel durante casi dos décadas, está irreconocible en el modo de filmar sobre un artista. De Basquiat, película que supuso su debut, a este retrato de Van Gogh hay un abismo, sobre todo de estilo. Prácticamente envuelto en formas, Schnabel se recrea en el detalle, como si quisiera buscar respuestas no a la imprecisa biografía del artista neerlandés, sino a sus inquietudes interiores. A las puertas de la eternidad es un manual de intenciones que busca precisamente la expresión de un momento, del pensamiento, la mirada. El problema es que en cuanto el realizador de Antes que anochezca se desvía del proceso creativo del artista, y lo hace a menudo, se mete en berenjenales que no le sientan bien. Las escenas que recrean ciertos aspectos de la vida del pintor, ya retratados en otros filmes como en la extraordinaria Loving Vincent, no salen bien parados. En primer lugar porque resultan triviales y no aportan nada nuevo. En segundo lugar, porque se precipitan causando sobresaltos innecesarios en un espectador que tiene que adecuarse de lo meditativo a lo impetuoso que marca el hecho en sí.

Lo meramente poético que se diluye en la captación de un movimiento, así como las discusiones de Van Gogh que razonan su forma de ver el mundo, son lo más destacado de una película que retrata a un personaje que, a estas alturas, precisa de un punto de vista firme que no titubee a la hora de posicionarse. Con Willem Dafoe en el papel principal había muchas posibilidades de sacar adelante un proyecto singular que no temiese la pura expresión. Dafoe es capaz de meterse en la piel del artista y al mismo tiempo conserva sus peculiaridades. Entre otras cosas, es mucho mayor que el personaje que interpreta (Van Gogh murió con 37 años y el actor estadounidense ya pasa de los sesenta). Esto no es un problema si la intención de Schnabel dirigiendo fuese solo la de captar una energía, un flujo, un modo de hacer que explicase el resultado. El problema aparece en cuanto se cambia el registro y se deja la filosofía de vida por la pura anécdota. Es aquí cuando pierde frescura una cinta que hubiese sido sublime en el gesto por el gesto. De hecho, en los pormenores, Van Gogh brilla.
 

Tráiler de Van Gogh, a las puertas de la eternidad | StyleFeelFree Youtube